Por Lic. Rafael (Rufo) Winter. Publicado en Semanario Hebreo el 28 de Abril de 2016.
En el calendario hebreo, la conmemoración inmediatamente posterior a Pesaj es la de Iom Hashoa, para el pueblo judío la fecha más trágica de todas, la que no se puede comparar absolutamente con nada de lo que anteriormente le pasó. Con nada.
Pesaj y Iom Hashoa.
Si tomamos literalmente los fragmentos de la Torá, ya en Shemot (Exodo) se nos “informa” que, el faraón de Egipto, luego de esclavizar a los hebreos habría decretado algo así como un genocidio parcial: “echen al río a todos los niños hebreos varones que nazcan…” (Shemot 1:21)
Habría sido el primer intento de genocidio que registran las páginas de la Biblia.
El segundo intento lo registra el relato de Purim. De acuerdo al mismo, Haman el malvado, expresa “no conviene a su majestad que este pueblo (los hebreos) siga viviendo en su reino. Por lo tanto… publíquese un decreto que ordene su exterminio…” (Ester: 3: 8-9).
El intento falló, Ester y Mordejai mediante.
(y entre el faraón y Hamán, Amalek…más allá de que los relatos bíblicos, del punto de vista histórico debemos tomarlos con cautela)
Pero casi 2500 años después de Haman hubo un nuevo intento de genocidio contra el pueblo judío.
Este, desgraciadamente, sí se llevó a cabo y se convirtió en Holocausto, término por todos conocido pero que no es, no puede ser capaz de describir -ninguna palabra lo es- el horror del cual el pueblo judío fue su víctima principal.
Los antiguos sabios de nuestro pueblo vaya si ya eran conscientes, incluso muchos de ellos contemporáneos, de las persecuciones contra nuestro pueblo y por eso incluyen en este pequeño gran libro que es la Hagadá de Pesaj este fragmento (traducción del clásico Vehi Sheamda):
“… no fue solo un enemigo el que se alzó contra nosotros para aniquilarnos sino que en todas las generaciones se levantan contra nosotros hombres con el intento de exterminarnos. Pero el Santo, bendito sea, nos libra de sus manos”.
“En todas las generaciones se levantan contra nosotros hombres con el intento de exterminarnos…”. Considero que la frase no parece, en términos generales, exagerada.
Buena parte de la historia lo puede, en mayor o menor medida y dependiendo de tal o cual época y lugar, ratificar y corroborar.
Sin intención de abrir polémica aquí sobre “dónde estuvo D”os durante la Shoá”, la última parte del antes citado fragmento de la Hagada-el Santo Bendito sea nos libra de sus manos- es a mi juicio por lo menos discutible.
Seis millones de judíos “testimonian” lo contrario. Los mártires judíos anteriores y posteriores también. Para todos ellos no hubo salvación.
El D”os que nos sacó de Egipto con “mano fuerte y brazo extendido” no nos sacó de Auschwitz. La responsabilidad fue sin duda del hombre (¿dónde estuvo el hombre?) pero en este caso la “mano” de D”os se cerró: el brazo no se extendió. No hubo ni brazo extendido ni mano fuerte que llegara del cielo.
De la salida de Egipto podemos hablar de “Zejer”. De la Shoá hablamos de “Izkor”. Los dos términos aluden a “recordar” pero con connotaciones muy distintas.
Lo que le ocurrió al pueblo judío durante la Shoá fue perpetrado por el nazismo, sus colaboradores y facilitado por la indiferencia de buena parte del mundo. Pero para que la Shoá pudiese perpetrarse tuvieron que transcurrir muchos siglos de antisemitismo, siglos de discriminación y de odio durante los cuales se fue preparando el terreno.
Enseñanza del desprecio.
Aislamiento, degradación, humillaciones, demonización, distintivo infamante, falsas acusaciones, mitos, quema de textos sagrados judíos, persecuciones, expulsiones, bautismo forzoso, muertes en la hoguera, masacres, una hostilidad que va creciendo, especialmente a partir de cierta etapa de la Edad Media con base fuertemente religiosa.
Varios de estos horrores, pues, no fueron “inventados” por los nazis.
Lo que sí hicieron los nazis fue llevarlo al peor extremo posible, lo que concluirá con la-sin precedentes- “Solución Final”.
El término “antisemitismo” es, históricamente hablando, relativamente nuevo.
Pero el “fenómeno” del antisemitismo (en el sentido de antijudaismo, que de eso se trata y no le busquemos otra vuelta) se fue trasmitiendo de una generación a otra, especialmente en los últimos dos milenios. Por sobre todo en Europa.
El antisemitismo pasó a ser ya desde épocas muy remotas un ingrediente nada despreciable
en las sociedades europeas, en algunas más que en otras. Será en Europa donde, como “lógico corolario” de todo lo anterior la gota desbordó el vaso y la Shoá se materializó.
Antisemitismo religioso; “político”; social; económico. Y finalmente el más letal: el racial.
De los anteriores podía haber algún tipo de escapatoria: del racial no lo habría durante los años de la Shoá.
Siglos de antisemitismo, casi milenios, fueron preparando este desastre que probablemente no se hubiese producido si un montón de circunstancias derivadas de la Primera Guerra Mundial y otras no hubiesen coincidido como coincidieron: pero tampoco se habría producido si el terreno no hubiese estado preparado.
Y el terreno estaba preparado.
Después llegaron los nazis…
Esa enfermedad de los pueblos llamada antisemitismo se ha difundido demasiado tiempo.
La diáspora, la condición de minoría de los judíos, su sana insistencia en la defensa de determinados valores éticos contrarios a muchos, su “obstinación”-legítima por otra parte-por aferrarse a sus tradiciones y costumbres y mantenerse “diferentes” y, quizás como consecuencia su condición de chivo expiatorio, hicieron el resto.
Justo es decir: el mundo islámico, más allá de relaciones más o menos complejas y tensas con los judíos prácticamente desde Mahoma, estuvo-salvo excepciones- ajeno a todo lo que tiene que ver con la Shoá y con su contexto cercano y lejano. La Shoá fue una