Honrando un nuevo aniversario del genocidio armenio. Con la Ministra de Turismo Liliam Kechichian

Honrando un nuevo aniversario del genocidio armenio. Con la Ministra de Turismo Liliam Kechichian
2 mayo, 2016 administrador

Por Ana Jerozolimski. Publicado en Semanario Hebreo el 28 de Abril de 2016.

El año pasado, al cumplirse cien años del genocidio armenio, “Semanario Hebreo” dedicó gran parte de sus páginas a la significativa fecha. Uno de los materiales especiales que publicamos, fue una entrevista con la Ministra de Turismo Liliam Kechichian, miembro de la comunidad armenia uruguaya.

En honor a la fecha, al día recordatorio que como todos los años, se señaló el 24 de abril, reproducimos aquella entrevista.

Ministra, le solicité esta entre­vista como uruguaya armenia, porque dentro de poco se cumple el centenario del genocidio armenio.. pero también quiero unirlo al Holo­causto judío que se está recordando precisamente esta semana…y desta­car que usted estuvo presente junto al entonces Presidente Mujica, en el acto en el que quedó inaugurada la exposición Ana Frank en la Inten­dencia de Montevideo, al señalarse el Día Internacional de Recorda­ción de las Víctimas de la Shoa…

Así es… Y te diré que me pare­ció impactante la escultura de Ana Frank que allí se expuso… Trans­mite cosas muy fuertes. Y esa ya es la Ana Frank del final, triste, enferma… tremendo.

Y aquí estoy combinando, de he­cho, el dolor y el duelo, la sensibili­dad, por dos tragedias de dos pue­blos, que pueden tocar el corazón también hoy ¿verdad?

Sí, por supuesto. Los holocaus­tos, los genocidios, la violación de los derechos humanos en gene­ral, siempre tocan el corazón. Los uruguayos vivimos la violación de los derechos en la dictadura -yo particularmente, mi familia, lo sufrimos- y eso siempre genera en mí un sentimiento de solidaridad para esos colectivos que han esta­do en el medio de esos dramas hu­manos que lamentablemente con­tinúan. Estamos en un momento de la humanidad en el que a veces uno se siente un poco derrotado en eso de la libertad, la igualdad y la fraternidad, porque como que hemos vuelto a un momento del mundo en el que la gente se mata por la religión, por la sangre, por la etnia. Es muy triste este mo­mento también.

Pero además, cuando uno cono­ce de cerca a gente cuyos familiares pueden haber sufrido la tragedia, la empatía es otra.. . Y en Uruguay eso siempre se da, con los judíos, con los armenios…

Así es. Tengo muchos amigos de la colectividad judía que traba­jan conmigo. Estoy acompañada de la economista Silvia Altmark desde que estaba en la intenden­cia de Montevideo. Uruguay es eso también, ¿no?, somos un país de inmigrantes y en la escuela, en el liceo, en los barrios siempre he­mos compartido.

Creo que los armenios pode­mos comprender perfectamente lo del Holocausto porque en defi­nitiva lo escuchamos en nuestras casas todos los que somos nietos e hijos de los que huyeron del geno­cidio y por lo tanto lo que se siente ante una brutalidad tal lo tenemos muy a flor de piel.

EL RECUERDO Y LA NUEVA VIDA, EN EL HOGAR

¿Cómo vivió usted esa historia en su hogar? ¿Y cómo era el hogar en el que nació y creció?

Yo crecí en un hogar de padre armenio, zapatero, y de madre uruguaya, de Sarandí del Yí, de Durazno. Mi padre había venido de Yosgha. Mis abuelos no acep­taron fácilmente que mi padre no se casara con una armenia, por lo tanto al principio tuve una lejanía con mis abuelos armenios. Pero mi padre, que tenía una zapate­ría en Malvín, recibía permanen­temente a armenios- “paisanos”, como decía él- y todo siempre era muy recurrente alrededor de lo que les daba Uruguay pero tam­bién de lo que habían vivido. Mi padre amaba a los libaneses, por­que Líbano les dio refugio.

En mi casa mi padre hablaba de genocidio, pero también era un hombre muy alegre. O sea, no es­taba todo el tiempo hablando del tema, pero cuando el tema salía tenía un sentimiento muy duro contra los turcos. Eso era inevita­ble en él, por más que mucha gen­te de la familia tenía un discurso más tolerante. Pero con eso él no podía. Y después, cuando tuvi­mos una relación más fuerte con mis abuelos, que finalmente acep­taron el casamiento de mis padres y tuvimos una buena relación, ahí sí tuve más cerca a mis abuelos y recuerdo que estaban siempre ves­tidos de negro.

No hace falta decir nada para entender lo que eso significaba..

Siempre lloraron frente a algu­nas fotografías, y todo el tiempo estuvieron hablando de la masacre, de los degollamientos, del hambre que pasaron en el desierto y del amor que tenían por lo que Líbano les ofreció en su momento. Fue de ahí que ellos llegaron a Uruguay.

¿Cómo fue que se salvaron sus abuelos, qué edad tenían?

Mi padre tenía un año, mis abuelos no llegaban a los 30. No sé describir cómo se salvaron, sé que mataron a una parte de su familia, a hermanos de mi abuelo y de mi abuela. Sé que mataron herma­nos, que mataron tíos,pero no sé los detalles de cómo se salvaron. Supongo que huyendo, escon­diéndose.

O sea que lo que su padre recor­daba y sentía, era a través de los relatos de sus padres…El era muy chico…

Claro… El llegó a Uruguay con tres años, muy chiquito.

Ahora, usted recién planteaba algo que me hace acordar a en­trevistas que hice yo a lo largo de los años, muchas veces, con sobre­vivientes del Holocausto judío. Su papá hablaba del genocidio y al mismo tiempo no era una persona consumida por la amargura..Es muy fuerte la necesidad de seguir empujando hacia adelante…

Así es.. Mi papá, que falleció el 26 de marzo de 1971-el mismo día en que se creó el Frente Amplio-transmitía eso, mucha alegría de vivir. Era un hombre muy alegre, muy metido en los movimientos sociales, un hombre de izquierda, que jugaba en el Club Malvín, que pescaba, que nadaba, que tenía muchos amigos. Esto, debo decir, a diferencia de mis abuelos, que nunca pudieron salir de esa triste­za profunda. Pero mi padre vivía la vida con mucha alegría.

Puede ser cuestión de carácter, pero seguramente también tenía que ver con que su papá no vivió en carne propia lo que sus abuelos sí padecieron en forma muy directa ¿verdad?

Sí, yo creo que los adultos que huyeron del genocidio tuvieron una vivencia distinta.… No te ol­vides que hubo miles de violacio­nes de mujeres. Mi abuela decía que eso había sido casi lo peor. Nunca supe si ella había sufrido una violación, si lo sabía o si lo había visto. Pero creo que tiene que ver más con la vivencia de un adulto que de un niño que casi no recordaba y que lo que escucha­ba eran los relatos, y que por otra parte era casi un uruguayo total. El se crió en Uruguay y eso tam­bién incidía mucho.

Era pues un uruguayo inmi­grante pero que creció casi como si hubiese nacido en Uruguay… y al mismo tiempo vivía en un ho­gar en el que la experiencia de los inmigrantes seguramente era muy fuerte, por sus padres.. ¿Recuerda usted esa combinación?

Sí, absolutamente. Inmigrantes, no sólo porque contaban el dolor y las peripecias, y obviamente, uno después es adulto y se da cuenta de que lo que tenía era que añoraban enormemente ese lugar..Si veían un damasco casi lloraban… cuando cocinaban la comida armenia era un disfrute.. ¿Cómo te voy a decir? Tenían los dos sentimientos: el del inmigrante que transmitía lo que había sufrido, y también los valores del inmigrante. Porque imaginate lo que es llegar con un idioma y un alfabeto completamente diferente, solos en este mundo, por más que algunos armenios aquí los espera­ban.

O sea que indefectiblemente, era gente luchadora…si no, no habrían salido adelante y probablemente usted no estaría donde está hoy…

Es que también nos transmi­tieron muchísimo la ética del tra­bajo, que yo siempre digo que es de las cosa que más agradezco de mi formación, ese orgullo de ha­cer las cosas bien. Por ejemplo, yo sentía algo que tenía mi padre y que tenían mis abuelos, y que ha­cía -te habrá pasado a ti también-que los inmigrantes fueran muy queridos en los barrios, eran muy respetados. La gente, los almace­neros fiaban de boca a la gente y la gente les pagaba.Había una re­lación que con los años y con el siglo XXI ha cambiado mucho, lamentablemente.

Me transmitieron pues cosas importantes. El tema del genoci­dio estaba presente y también los valores del inmigrante, es decir, de cuidar lo que se tiene. Y te vuel­vo a decir: esa premisa de hacer las cosas bien y de dejar bien a tu “Ian”, como me decían. No te ol­vides que sos un “Ian”, como di­ciendo: “lo que tú hagas, la gente va a ver que lo está haciendo un armenio”. Eso para mí fue muy importante en mi formación.

Está genial eso de no olvidar “que sos un Ian”… porque ¿quién no sabe que apellido terminado en Ian, es armenio?…

Claro… significa “hijo de”…

Y yo la escucho Liliam, y sien­to que en todo lo que dice, podría cambiar la palabra “armenio” por “judío”, y estamos hablando exac­tamente de lo mismo…

Sí, yo creo que sí.

UN VIAJE CLAVE A ARMENIA

Y no podemos dejar de mencio­nar que todo esto usted lo plasmó en una vivencia muy especial, cuando fue invitada a Armenia..

Exactamente. Cuando yo fui a Armenia me paré frente a un lu­gar en donde estaban los nombres de los distintos pueblos y ciudades armenias de los que los turcos ha­bían llevado gente, y decía, junto a Yosgha, de donde venían mis abuelos: “Vivían 139.000, sobrevi­vieron 82”. Ahí tuve un sentimien­to muy fuerte, como diciendo: “Bueno, estoy en este mundo casi de casualidad y vengo de acá”…

Yo estuve en Armenia en 2006 y el año pasado, 2014, en 2006 fui invitada por el presidente del Parlamento, porque recién había asumido como diputada cuando ganamos la primera vez el gobier­no, y me había convertido en la primera diputada de origen arme­nio en América Latina. Y el año pasado fuimos invitados ya por el gobierno, como ministra, y acom­pañada por el director de Turismo de Montevideo [Santiago] Raffi Unanian, que también es armenio. Recuerdo que estábamos un día en una plaza preciosa- porque ahora hay muchos benefactores multimi­llonarios armenios, especialmente estadounidenses de California, que están haciendo una inversión cul­tural allí .Había un cuidaparques y le digo: “Uruguay”, y él me dice: “el primer país que reconoció el geno­cidio”. Todo el mundo en Armenia, sea el nivel social que sea, sabe que Uruguay fue el primer país, todos. El reconocimiento fue hace 50 años, cuando se cumplieron 50 del genocidio.

Así que doble emoción para us­ted…

Claro. El reconocimiento fue por parte de todos los partidos políti­cos. El que tuvo la iniciativa fue el entonces diputado Enrique Martí­nez Moreno, pero fue votado por todo el mundo, y cuando vos vas al memorial en Erevan-donde viví lo que te conté de Yosgha- está el propio memorial, que es una llama ardiente donde la gente va ponien­do flores, hay una música bellísima pero tristísima, y después bajás y hay un museo. Lo primero que hay en el museo es una bandera de Uruguay y el decreto.

Qué fuerte… me eriza pensar lo que habrá sentido al entrar y ver la bandera…

Lloré todo el día, en serio, todo el día. La chica que hacía de tra­ductora me decía: “No llore, mi­nistra”, y yo no podía parar, im­presionante. Además uno con los años se vuelve… o yo por lo me­nos me he vuelto un poco más llo­rona. La verdad: Uruguay , vayas donde vayas, te digo que te sentís orgullosa, y en Armenia ni te que­pa duda. Pero te diría que lo que más me impresionó fue la gente. Me encantó la gente. La gente es de una cultura y de una “anfitrio­nía” fantástica, por decirlo de al­guna manera. Todos te reciben de una manera fantástica, todos se agasajan con sus comidas, con sus dulces, con su coñac. Y no es que me recibían así sólo por ser minis­tra, ya que no todos lo sabían.

Entonces ahí se sentía orgullosa por partida doble, ministra, orgullo­sa como uruguaya y como armenia.

Sí, la verdad que orgullosa. En ese momento estuve con la minis­tra de la diáspora y me decía: “En el mundo hay solo dos ministras armenias: una en Canadá y la otra tú”. Esas cosas que uno nunca las piensa, que es una persona sen­cilla y modesta, una uruguaya común y silvestre. Yo dije: “¡Ay, la pucha, qué responsabilidad!”, ¿no?

Ser una de dos en el mundo…no es poca cosa. ¿Hubo algún lugar allí que le impactó en especial?

Te diré que fui al Templo de Garni, en donde realmente hay un patrimonio religioso muy im­portante. Estuve obviamente en Echmiadzín, donde están como concentrados los 3.000 años del cristianismo. Es un lugar donde está el Supremo Patriarca arme­nio, que me recibió y me impre­sionó muchísimo. Hasta me habló de Mujica, de la admiración que sentía y de lo que los uruguayos habíamos hecho. Pero más allá de haber estado en todos esos lugares que tienen una carga de historia-porque te dicen cosas como “acá el Arca de Noé llegó y acá bajó Jesu­cristo”- , también lloran porque el Ararat en la guerra quedó del lado turco. Todo el mundo habla del Ararat pero el Ararat es de Tur­quía, no está en Armenia.

Claro, hoy está en Turquía, pero es parte de la Armenia histórica, y uno de sus símbolos ¿verdad?

Exactamente. Es que la guerra era por un lado contra los cristia­nos armenios pero también por un tema de territorio. incluso mu­chos armenios que hoy están en Uruguay nacieron en territorios que hoy son turcos.

Recuerdo que después de la au­dición radial de mi papá, “Voz de Sion en el Uruguay”, en Radio América, empezaba la audición armenia “Gomidas”,que abría di­ciendo “Desde las nevadas cum­bres del Ararat, hasta las márgenes del Plata”…

Así es, es todo un símbolo para ellos.

LA IMPORTANCIA DE RECONOCER EL GENOCIDIO

¿Hay alguna otra cosa que le parece que no puede quedar fue­ra, que es importante mencionar, sobre todos estos temas que hemos tocado?

Yo lo que digo es que en este momento del mundo Armenia es como un milagro, porque es un enclave cristiano rodeado de un mundo musulmán, por lo tanto tiene un valor impresionante. Me gustaría capaz que detenerme un minuto en esta recordación que se va a realizar en Erevan con representantes de buena parte del mundo que van a participar, con artistas, con gente que va a ir acompañando, que me parece que va a ser un hecho relevante. Y este es el momento de recordar lo que dijo el Papa Francisco hace pocos días…

Habló del genocidio armenio como “el primer genocidio del siglo XX”.. Hizo historia con ello.

Así es. Ojalá esto permita que algunas naciones reconozcan o piensen en estos 100 años, por­que al clamar él así y llamarlo “primer genocidio del siglo XX”, recomendando no esconder los acontecimientos porque negar el mal, decía él, es como dejar que una herida continúe sangrando sin sanarla, también reivindicó el derecho a recordar a las personas que lo padecieron . Es necesario, decía él, es casi obligatorio, por­que donde no hay memoria el mal se mantiene en forma permanen­te. Me gustaría decir que recon­forta la sensibilidad y ojalá esa re­flexión llegue a muchas naciones que aún hoy, 100 años después, no reconocen el genocidio del pueblo armenio.

En hebreo se dice: el que entiende entenderá solo.

El que entienda entenderá y al­gunos entenderán y no se anima­rán…

Moralmente, yo pienso que todos entienden. El problema es cuando hay otras cosas de por medio, con­sideraciones políticas, estratégi­cas..

Quisiera recordar que cuando Hitler empezó la matanza de los judíos, tuvo una frase célebre que fue: “¿Quién se acuerda hoy de los armenios?”. Fue un genocidio con órdenes escritas. Los jóvenes tur­cos vieron órdenes que están es­critas, son documentos que dicen: “Eliminemos a todos los arme­nios, sin miramientos, a hombres, mujeres y niños, porque hay una decisión de eliminar la armenidad del territorio turco”. Está escrito. Y en un pueblo en el que vivían tres millones quedaron 1.4, es decir, es evidente que 1.5 millones murie­ron masacrados por esa orden, es más que evidente, por eso todavía es como más indignante. Pero bueno, a veces los intereses están por encima de los valores y eso es triste en este mundo de hoy.

Y sin duda, son menos los países que reconocieron el genocidio arme­nio, que los que no. Esperemos que eso cambie. Le agradezco mucho Ministra por esta emotiva entrevis­ta. Bendita sea la memoria de sus antepasados asesinados. Y de todos los demás. Muchas gracias.

Muchas gracias a ti Ana.

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