Publicado en Semanario Hebreo el 23 de Noviembre de 2017. Fotos de Nicolás Der Agopian.
Como es ya tradición, la B´nai B´rith realizó días atrás el acto recordatorio de “La Noche de los Cristales Rotos”, considerada la antesala de la Shoá, en el 99° aniversario de aquella fecha nefasta. Al igual que los años anteriores, una destacada concurrencia de autoridades nacionales honró la ocasión. La Vicepresidenta de la República Lucía Topolansky se hizo presente en su calidad de Presidenta en Ejercicio, al estar ausente del país el
Presidente Dr. Tabaré Vázquez, quien a nivel personal estuvo representado de hecho también por su esposa María Auxiliadora. También estaban los ex Presidentes Dr. María Sanguinetti y Dr. Luis Alberto Lacalle Herrera, el ex Vicepresidente de la República Luis Hierro López, ministros, legisladores de distintos partidos, autoridades de la sociedad civil y dirigentes de instituciones comunitarias, además de público en general.
El Dr. Eduardo Kohn dirigió la ceremonia saludando en nombre de B´nai B´rith y de la NCI en cuya sede se llevó a cabo- así como en nombre de las instituciones auspiciadoras, el Comité Central Israelita y el Centro Recordatorio del Holocausto. Comenzó recalcando que “el ejercicio respetuoso y sin pausa de la memoria, nos permite luchar desde nuestras posibilidades contra el odio y la indiferencia”, advirtiendo que “hoy no hemos
dejado de sufrir el odio y la indiferencia” y que ello se ve “en la impavidez con la cual se siguen aceptando todas las maldades imaginables que se continúan cometiendo en todos los rincones de nuestro planeta”.
En su alocución, la Presidenta de B´nai B´rith Uruguay Dra. Ana Wilenski destacó lo importante de recordar y no olvidar jamás. “Olvidar sería asesinar nuevamente a las víctimas de la Shoa”, recalcó. “Y nuestra obligación trasmitir a las nuevas generaciones, bajo la premisa que
nunca más es nunca más”.
En referencia a las voces del negacionismo, recordó la reciente profanación del Memorial del Holocausto en la Rambla y la señalizó como expresión de
antisemitismo. Al mismo tiempo destacó la importancia de la reacción al hecho. “La rápida respuesta del Estado republicano uruguayo, a través de todos sus organismos, de la sociedad civil uruguaya, condenando dichos actos, es un ejemplo para el país y el mundo, una fuerte señal de la madurez de nuestra sociedad, plural y democrática. Y desde nuestra institución Bnai Brith debemos agradecerlo, porque nos reafirma en nuestra condición de
uruguayos y judíos que vivimos y trabajamos en conjunto con la sociedad toda para vivir en democracia”.
La Secretaria General Iberoamericana Rebeca Grynspan fue la oradora central en el acto.
(El texto que reproducimos, es un amplio resumen de la alocución original, al que agregamos los subtítulos y del que separamos los recuadros destacados).
Es un gran honor para mí estar esta noche en Montevideo junto a todos ustedes. No es lo habitual que uno quisiera, en mis innumerables vueltas por el mundo, encontrar en un mismo salón a dos expresidentes y una presidenta en ejercicio de tres partidos políticos distintos.
Sé que hoy es una noche especial y hay conmemoraciones que nos unen e integran a todos; pero Uruguay, este pequeño e inmenso país, nunca dejará de sorprenderme.
Gracias Julio María, Luis Alberto y Lucía por estar presentes esta noche.
Siempre digo que para algunos -me incluyo- la democracia es una conquista. Tengo muy claro el valor que la convivencia democrática y el diálogo político tienen en Uruguay, y todos debemos celebrarlo.
Quiero iniciar por agradecer a la Nueva Congregación Israelita (NCI) y a la rama uruguaya de B’nai B’rith por la invitación para hablarles esta noche, una invitación que me ha conmovido profundamente y que asumo con un gran sentido de humildad. La historia del pueblo judío es de dimensiones
abrumadoras. Resulta difícil sentirse, siquiera por un breve instante y en un determinado lugar, una vocera. Me amparo en la confianza de que toda vida encierra un valor irreductible: si la Historia con mayúscula merece ser narrada, lo es también porque contiene incontables historias con minúscula; las vivencias personales, únicas e irrepetibles, que componen la corriente de los siglos.
Ninguno de nosotros es indiferente a esta fecha, aunque seguramente a cada uno nos toca de manera especial y por razones distintas. Algunos, a través del recuerdo personal. Otros, desde los valores y la consciencia universal.
ADVERTENCIA
No existe equivalencia a la barbarie del Holocausto. Por eso debemos reafirmar los valores que allí fueron destruidos, y que pueden violentarse una vez más. Debemos recordar las fuerzas que lo permitieron, y que pueden volver a repetirse.
Quisiera poder decir que el antisemitismo ha sido exterminado, y con él todos los demás “ismos”, que el espanto del Holocausto fue suficiente para erradicarlo para siempre. Pero sabemos que no es así.
Sabemos que el nazismo, y en general el odio, el racismo, la xenofobia, el fanatismo, no solo persisten sino que tienen la tendencia a reaparecer, vestidos con ropajes disimulados. En varias partes del mundo, han vuelto a surgir amenazas que por desgracia reconocemos. Oímos discursos que tienen ecos terribles. La peor crisis humanitaria y migratoria desde la Segunda Guerra Mundial ha dado aliento a movimientos extremistas en distintas partes de Europa y del mundo: eso solo debería servirnos de advertencia. No estamos vacunados contra los peores retrocesos.
Ante estas amenazas, nuestra respuesta común debe ser activa e inequívoca. Donde sea, cuando sea, debemos condenar las manifestaciones que guarden incluso una lejana semblanza con ideologías absolutistas y discriminatorias.
Para eso, hemos adoptado el idioma universal de los Derechos Humanos.
Hay quienes afirman que los Derechos Humanos son fórmulas vacías con poca implicación práctica. Sin duda, es mucho lo que todavía nos falta para asegurar el respeto universal a la Carta de las Naciones Unidas, a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y a los demás instrumentos adoptados en este sentido. Pero creo que es cínico afirmar que esos textos han sido inconsecuentes. Para la inmensa mayoría de la humanidad, la vida en las últimas siete décadas ha sido mejor que en las anteriores.
Los Derechos Humanos son un elemento indispensable para la paz y la convivencia en libertad, dentro de la diversidad que caracteriza al mundo de hoy. La homogeneidad es un constructo totalitario. No existe en todo el mundo una sociedad, un pueblo, una raza, un grupo, que sea el fruto de una única influencia. La diversidad es, por lo tanto, una condición inherente a estar vivo.
IDENTIDAD Y CONVIVENCIA
En ese contexto quisiera hablar especialmente del rol que juega la identidad en nuestra habilidad de combatir el odio y el prejuicio, y construir sociedades más inmunes a los dolores que esta noche conmemoramos.
Reivindico la importancia de la identidad, sobre todo en este ámbito y en una comunidad a la que me siento profundamente orgullosa de pertenecer. Mi identidad judía ha sido y será siempre un pilar fundamental de mi vida. Pero reivindico las identidades incluyentes. Me explico. Yo he podido combinar mi identidad judía con otras que también forman parte de lo que soy.
Creo que todos los que nos encontramos aquí hemos tenido la bendición de vivir en lugares en donde nadie nos obligó a escoger entre distintas partes de nosotros mismos. Esa fue una de las primeras y más elocuentes agresiones del nazismo. Por fortuna, muchos de ustedes han podido ser plenamente uruguayos y plenamente judíos.
Yo he tenido la suerte de ser judía, costarricense, Iberoamericana y universal, mujer, esposa y madre. Y he podido serlo sin tener que renunciar a mí misma.
La identidad que merece respeto es la que nos reconoce desde lo que somos, desde nuestra pertenencia y también desde nuestra libertad. Esa es, también, la identidad que sustenta la responsabilidad ciudadana, en donde todos tenemos el deber de responder por las decisiones que adoptamos, y el efecto que esas decisiones tienen sobre los demás.
El nazismo demostró la capacidad de las personas de diluir su conciencia en la marea colectiva. Si es el grupo el que me obliga a comportarme de una manera, entonces es también la excusa que me libra de mis propias decisiones y de mis propios actos. Llevadas a sus últimas consecuencias, las identidades excluyentes sirven de justificación para la violencia sistémica y el ejercicio de la discriminación.
Aurelio Arteta destaca en un artículo reciente en El País: “No es verdad, pues, que cualesquiera sentimientos sean legítimos y dignos de respeto, un absurdo paralelo a la majadería de que todas las opiniones son respetables. Descorazona tener que repetirlo una vez más. Respetable será siempre el sujeto, pero no siempre su sentimiento” [y, yo añado, su idea]. Y sigue: “Pues se admitirá que no valen lo mismo el amor que el odio, la admiración que la envidia, la benevolencia que la sed de venganza.”
Decía Bill Clinton durante la ceremonia de apertura del museo estadounidense en memoria del Holocausto: “Qué frágiles son los bastiones de la civilización. El Holocausto nos recordará para siempre que el conocimiento divorciado de los valores solo puede servir para agravar la pesadilla humana; que tener cabeza sin corazón no es humano”.
Señoras y señores: Hoy conmemoremos 79 años de la noche que dio origen a la noche más oscura. Nos convoca aquí el peor recuerdo en la historia de la humanidad. Honremos ese recuerdo con la convicción de que es posible prevenir el retorno del pasado. Volvamos a elevar la voz de Isaías: “no levantará ningún pueblo su espada contra otro, y no aprenderán nuestros hijos el arte de la guerra”. Hagamos votos porque ninguna madre deba sufrir la muerte de su hijo en manos de la violencia o del hambre. Es posible construir un mundo en que todos los seres humanos nazcan para el futuro.
Termino estas palabras con un homenaje a todas las víctimas, recordando a mi abuela Devora y a mi abuelo Simcha. El rabino Simcha Mayofit de Rovno –el que decidió no abandonar a su comunidad para salvarse y el que, según cuentan los pocos sobrevivientes, alentó a sus fieles hasta el final, mientras eran dirigidos a los bosques por los fusiles nazis– les decía: “no derramemos una lágrima, porque nuestros hijos y nietos nos trascenderán y perpetuarán nuestro nombre”.
Y por eso, como si fuera mi voz la suya y la de mis padres, digo, sheejeianu vekimanu veiguianu la zman aze. Amén.
Muchas gracias.
HISTORIA PERSONAL Y AGRADECIMIENTO
Grynspan: “Mis padres lograron huir de las garras del genocidio. Pero el odio me arrancó la oportunidad de crecer al lado de mis abuelos maternos y de mi familia extendida. Obligó a mis padres a echar raíces en una tierra desconocida, como tantos que nos acompañan esta noche. Valgan estas palabras para reiterar mi eterna gratitud al pueblo costarricense, que no solo les abrió las puertas sino que les permitió construir su proyecto de vida, y el de sus hijas, en calidad de iguales.
Nada lo demuestra mejor que el hecho de que una hija de inmigrantes, primera generación nacida en Costa Rica, haya sido electa Vicepresidente de la República, una gran lección para los tiempos que corren. Esa apertura que demostró Costa Rica, que demostró Uruguay y tantas otras naciones latinoamericanas, constituye uno de los renglones más nobles del expediente moral de la región. La virtud de la hospitalidad nunca ha sido más sagrada que en ese entonces”.
POR EL RECUERDO Y CONTRA EL NEGACIONISMO
Grynspan: “Cada vez son menos quienes recuerdan el Holocausto en primera persona. Pronto llegará el día en que no habrá ningún sobreviviente de los campos de concentración. Ellos son los primeros que merecen esta ceremonia y este ejercicio de memoria. Y lo merecen a perpetuidad. Por siempre y para siempre.
Es la memoria la que salvará a la humanidad, nos advertía Elie Wiesel, aún frente al espectro de un recuerdo casi imposible de soportar. Para los sobrevivientes como él, cabía preguntarse si no sería mejor olvidar. Si no tendría más sentido luchar por destruir la memoria, fingir un nuevo inicio y echar a andar sin el horrendo peso del pasado. Pero aún entonces, en medio de la más triste desesperanza, aquellos hombres y mujeres comprendieron el valor de contar y escribir lo que habían vivido. La necesidad de dar testimonio, de documentar y de denunciar.
Y no solo porque ya se vislumbraba la vergüenza del negacionismo, al que debemos seguir combatiendo con toda la fuerza de la que somos capaces, sino también porque sabían que toda esperanza debe estar fundada sobre la verdad. Un mejor futuro, un futuro de justicia y dignidad para todos los seres humanos, solo puede venir de la consciencia de lo que pasó. Jamás de la ignorancia, de la indiferencia o del silencio.
A los sobrevivientes les decimos de nuevo que su fuerza nos inspirará siempre, no por sobrevivir, sino por “vivir” aún después del horror, por reconstruirse y forjar para sus familias un futuro, lo que es en sí mismo la derrota del horror.
Santiago Kovadloff expresa lo anterior cuando dice, y cito textualmente: “Pertenezco a un pueblo y a una cultura que no se ha resignado a darle la última palabra al dolor y ha convertido sus pesares en materia de esperanza. El judío confía en una interpretación más y cree que es posible volver a empezar. El Holocausto no tuvo la última palabra.”
A los que no sobrevivieron, prestamos nuestra voz esta noche y nuestra promesa de no dejarlos caer en el olvido. Las próximas generaciones dependen de nosotros para entender esta fecha y sus implicaciones. Dependen de nosotros para proteger la luz de la verdad, de forma que el recuerdo sea un escudo contra la repetición, contra la intolerancia, contra la deshumanización, contra la complicidad y la ignominia”.
CON LOS JÓVENES DEL PROYECTO SHOÁ
La Secretaria General Iberoamericana, junto a tres jóvenes educadoras del Proyecto Shoá, ya finalizado el acto. A su izquierda, Nicole Hernández y a su derecha Eliane Chebi y la Coordinadora Sofía Macció Bauer. Sofía, cuyos abuelos maternos lograron escapar de Europa, explicó a los presentes en el acto sobre el trabajo desplegado por el Proyecto Shoá, en liceos en todo el territorio nacional. Destacó que el punto central no es solamente el conocimiento del pasado, sino la posibilidad de aprender del mismo para el comportamiento en el presente y futuro.