Foto: Artur Brunner, Consejero y Jefe Adjunto de la Embajada de Alemania; Isaac Borojovich, sobreviviente de la Shoá y Bruno Ortiz, alumno del Colegio América y ganador del Concurso Bergstein.
Por Ionatan Was. Publicado en Semanario Hebreo el 29 de agosto de 2019.
Ya se había presentado al Jidón otras dos veces en años anteriores, en ambas siendo finalista. Pero el muchacho no claudicó y volvió a presentarse para la presente edición, y esta vez sí le tocó ganar. El lector habrá adivinado su nombre: Bruno Diego Ortiz. Si se quiere, de lo único que podría lamentarse Bruno es que este año, el quinto Jidón Nelly y Nahum Bergstein repartió la bolsa de premio entre los primeros dos clasificados, y no como venía siendo costumbre en que iba todo para el primero. O sea que el alumno del colegio América (ubicado en Buceo a dos cuadras de Montevideo Shopping) se llevó los 2.500 dólares correspondientes al primero, al tiempo que el segundo, Bruno Moglia, del Logosófico, se quedó con los otros mil, para completar la bolsa habitual de tres mil quinientos dólares. Los dos Brunos tuvieron que recorrer un largo camino para llegar a las instancias decisivas. Primero debieron anotarse al concurso en los meses previos, siempre con el visto bueno de las autoridades de sus instituciones. Luego se presentaron a la instancia preliminar, que se llevó a cabo el martes 20 en uno de los salones de la universidad ORT (sede Pocitos), y que congregó a unos treinta adolescentes cuyas edades oscilaban entre los quince y los diecinueve años; esta parte consistió en una serie de preguntas múltiple opción, que surgían a partir de la bibliografía establecida en las bases del Jidón. Cuando terminó la prueba, que se realizó a las cinco de la tarde, los concursantes debieron esperar en uno de los pasillos; andaban con los nervios a flor de piel, ansiosos por saber los resultados que arrojarían a los doce mejores a la etapa decisiva. Cinco días más tarde fue el Jidón propiamente dicho y abierto a todo público, en la misma sede de la ORT Pocitos. Este año llevó el nombre de Segunda Guerra Mundial y Holocausto: a 80 años del comienzo de la conflagración.
Domingo templado y muy agradable, aniversario de la patria, aunque sin himno, y todavía con la resaca en la calle de una nostalgia que en Uruguay es de todos los días. Pero los doce finalistas estaban ajenos a estas cuestiones. Poco antes de las tres de la tarde — hora anunciada de inicio— estaban ellos en la antesala del auditorio de conferencias, acompañados por sus familiares, y repasando los apuntes como si fuera un examen. Adentro del auditorio, organizadores y jurado ajustaban los últimos detalles antes de largar el concurso. De los integrantes del jurado, solo faltaba Roberto Cyjon, cuyo leve retraso dilató el evento algunos minutos, hasta que finalmente empezó a las tres y cuarto. Entonces el conductor habitual Gabriel Goldman hizo las presentaciones de rigor y explicó la mecánica del concurso, que sumaría puntos por respuesta completa y medios puntos en otros casos; asimismo agradeció a las autoridades presentes —en especial a profesores y directores de las instituciones involucradas—, así como también al Codicen por su apoyo explícito al Jidón, sin olvidarse de otras organizaciones comunitarias, entre ellas al Semanario Hebreo, en este caso por la difusión. Luego la que habló fue la primera ganadora del concurso (2015), Camila Fernández, bien ataviada con las ropas de la nostalgia; agradeció a los organizadores por la iniciativa, a la vez que mencionó el hondo significado que aquella experiencia tuviera en su vida posterior. Y por último tomó la palabra la historiadora Ana Ribeiro, quien volvía a integrar el jurado luego de la ausencia del año pasado; explicó la cuestión de las bolillas y las preguntas, cuya dificultad iría in crescendo conforme se iban sucediendo la primera, la segunda, hasta llegar a la tercera y última fase.
¡A LA CANCHA!
Cuando ya no hubo más por decir, pasó el primero de los concursantes al frente para recibir el bombardeo de las preguntas. En el estrado, además de los mencionados, estaba el tercer integrante del jurado, Ramiro Rodríguez Villamil, periodista, escritor, humorista encubierto. En la platea, el público todavía no era demasiado, aunque iría en aumento con el correr de la tarde. Los adolescentes tenían que hacer girar un bolillero hasta que saliera una bolilla; cada una de estas correspondía a una pregunta que era leída por Goldman, y que a su vez se mostraba en el enorme panel desplegado al frente del escenario. De todos modos, muchas veces las preguntas no eran comprendidas del todo, debiendo ser reiteradas con paciencia grande por el conductor, si bien podían leerse, y también se pudo escuchar algún mini debate con el jurado en referencia a la interpretación de las preguntas. Por cierto, en esta primera fase se pudo advertir cierta indulgencia a la hora de evaluar las respuestas, presunción que luego fue confirmada por la profesora Ribeiro. Antes de las cinco, el jurado anunció un recreo, tras el cual serían anunciados los seis que pasaban a la segunda fase. Los concurrentes, que iban en aumento, pudieron saborear el leikaj kasher y tomar un vaso de agua en el hall de la universidad. De vuelta al auditorio se dio a conocer a los seis finalistas, cuyos nombres además aparecieron en el panel. Eran todos varones: Miguel Barrere, de Los Pinos; Joaquín González, del Logosófico; William Hambrook, del Zorrilla; Matías Wisznewer, sacando la cara por la colectividad, de la Escuela Integral; y los dos Brunos nombrados antes. Para esta instancia eran dos preguntas por participante; y sin ayuda, advirtió Ribeiro. Las preguntas surgían de partes de los libros Holocausto y Memoria, de Israel Gutman, y El ghetto como forma de gobierno, de Raúl Hilberg. Termi – nadas las seis rondas, se anunciaron a los tres finalistas. Para la tercera y última parte se iban a sumar los puntos de la anterior, y también un libro del que surgirían algunas de las nuevas preguntas: Reflexiones sobre el Holocausto de Yehuda Bauer. En los asientos, en tanto, casi todo el público seguía con visible expectativa las etapas definitivas, escuchando las preguntas, aplaudiendo mucho las respuestas buenas, aplaudiendo poco las no tan buenas. En medio de la liza, entró en sala el sobreviviente Isaac Borojovich; iba con su bastón, con su camisa de rombos, acompañado de su esposa Raquel, y recibió un sentido aplauso. También se encontraban presentes miembros del colectivo Proyecto Shoá y del Centro Recordatorio del Holocausto. El último de los participantes en pasar fue Bruno Ortiz, que venía bien encaminado. Contestó la primera pregunta, bien. Y para la segunda, palabras más menos, el conductor inquirió: —Según el libro Reflexiones…, ¿cuál es la singularidad más notable del Holocausto? Y el muchacho, que venía respondiendo sin vacilar y muy bien todas las preguntas, contestó tan seguro como antes: —El aniquilamiento de un pueblo por su raza. —Y agregó enseguida, evocando el libro: —Porque ni los animales hacen eso. El público esgrimió un murmullo de aprobación, incluso antes de que el jurado diera la respuesta por correcta. Instantes después, sin dejar mucho espacio a la especulación, la profesora Ribeiro anunció que ya tenían las posiciones finales; y es que realmente, quizás a diferencia de otros años, estaba todo muy bien aceitado. Empezó por decir la profesora: “Tercero, con cuatro puntos, Joaquín González”. Luego vino el segundo colocado, y por ende también el ganador.
DISCURSOS Y PREMIOS
A la hora de las premiaciones, los doce finalistas fueron llamados uno a uno al estrado para la foto con algunos de los presentes, además de obsequiarles el diploma correspondiente, más cuatro libros editados por la universidad ORT. También hubo discursos. Como es habitual la embajada de Alemania en Uruguay estuvo representada en el Jidón, esta vez por el consejero Art Brunner, quien recalcó la conciencia de su país en el asunto del Holocausto y cómo hoy en día es un faro de la tolerancia. Luego habló la directora de la Institución Nacional por los Derechos Humanos, Mariana Blengio, quien recalcó la importancia del concurso a nivel académico, que se reflejaba en la sala con la presencia de profesores y directores; para acabar diciendo que “la verdad es hija del tiempo y no de la autoridad”. Y por último subió al estrado Isaac Borojovich, como para darle un aire solemne a la jornada; con una simpleza tierna les pidió a todos los presentes que “nunca más”. Pasadas las seis de la tarde se entregaron los dos primeros premios en metálico. El ganador, acompañado de sus padres y hermano, lo recibió de manos de Isaac. Fue el merecido premio a la perseverancia, a nunca bajar los brazos y al estudio incesante.