Hay situaciones en las que un hecho determinado fusiona grandes emociones personales con un significado histórico que las trasciende. Esto es lo que inspira la muy próxima inauguración de una calle de Montevideo, en Punta Carretas, a nombre de la muy querida y tan bien recordada Ana Vinocur (z’l).

Y si analizamos el por qué, tenemos claro que esto va mucho más allá de ver a su hija, la Profesora Rita Vinocur, gran amiga personal, indescriptiblemente feliz y orgullosa. Con razón.

Claro que Rita está emocionada por saber que una calle de la capital llevará el nombre de su madre. Pero no sólo por el vínculo personal y la adoración que sentía por ella, sino por lo que su madre simbolizó y por el mensaje que esto transmite.Y como Presidenta del Centro Recordatorio del Holocausto del Uruguay, Rita lo tiene bien claro.

Dar el nombre de una calle a una mujer judía sobreviviente del Holocausto, es en gran medida honrar la memoria de las víctimas del horror perpetrado por los nazis. Es la primera vez que se hace algo así en Uruguay y en toda Sudamérica. El papel pionero no comenzó aquí. El Memorial del Holocausto del Uruguay, creado por el centro mencionado, fue el primero en América del Sur y hasta el año 2000, el único.

Lo combinamos con otro hito, aunque no se relaciona solamente con Ana Vinocur (z’l): el memorial del Holocausto del pueblo judío en la rambla, también pionero en su campo en el continente.

Y volviendo a lo personal respecto a Ana Vinocur, la escuela pública que lleva su nombre es la primera que ostenta el de una sobreviviente de la Shoá.

Destacamos el mensaje general, que nos parece el central, ya que esto es un orgullo para la colectividad judía uruguaya toda y a nuestro criterio, para el país en general. Y en tiempos de renovado antisemitismo, más que nunca.

Pero también está sí lo personal, ya que Ana Benkel de Vinocur, que vivió las penurias indescriptibles de la Shoá, no se convirtió en un ser lleno de odio y rencor, y aunque nunca perdonó a los asesinos ni tampoco olvidó sus crímenes, dedicó su vida ya reiniciada, libre, en Uruguay, a disertar y explicar sobre lo vivido para alertar, para que no se repita, para que nadie más lo viva. Ana  vivió años en la oscuridad de la Shoá, pero al salvarse, difundió luz. Tocó muchas almas que la conocieron y admiraron. Fue una figura ejemplar, no por lo que sufrió sino por lo que hizo cuando se salvó.

Montevideo se viste de fiesta con su nueva calle, que dicho sea de paso, ya está señalizada con el nombre de Ana Vinocur.

Esperamos que por allí transite gente feliz, que por allí pasen familias unidas y sanas, que por allí corran niños llenos de sueños y herramientas para concretarlos. Ojalá que la calle Ana Vinocur sea siempre referencia de camino a cosas buenas, que sendas que resulte placentero recorrer.-