En el Centro Recordatorio del Holocausto hemos recibido la visita de una poetisa exquisita, Alexandra Déborah Acevedo que removió todas las fibras de nuestro ser. Nos quería conocer y la vida quiso que fuera ahora cuando está por emigrar a Israel.
Y la vida también quiso que fuera ciega. Y ella quería ir al Museo de la Shoá y le pregunté: tienes baja visión o no tienes la posibilidad de ver? Respondió: pude ver a las montañas en su esplendor, a los mares en su magnificencia pero ahora ya no puedo ver… Y vaya desafío para nuestra institución poder transmitir a través del sentimiento y la energía el poder de un Museo de la Shoá… Pero aceptamos dicho desafío no sin temor de no poder estar a la altura de las circunstancias que nunca habíamos vivido. Y además teniendo en cuenta que el Museo está en reforma.
Pero llegó el día. Y vino Alexandra, un ser pleno de luz, con optimismo con decisión en su traslado y una energía contagiosa que desplegó apenas la conocimos Dinorah Polakof, Melina Moreira y quien suscribe Rita Vinocur.
Comenzamos a describirle cada objeto, y explicarle que todos son de la época de la Shoá: no hay réplicas, todo es auténtico y a contarle la historia detrás de cada objeto y su significado para las personas que cuidaron tanto de no perderlos a pesar de circunstancias tan adversas.
Estuvo parada ante las vitrinas y escuchando respetuosamente cada relato y después tocó los nombres ploteados en la Sala de los Espejos ya que están en relieve y los pudo sentir. Todo con respeto y admiración. Y luego subió a la Biblioteca de Shoá, Simón Wiesenthal y le contamos la historia de su creación y ella nos trajo una carpeta con poemas de su cosecha, poemas maravillosos. Y al volver a su casa escribió las siguientes impresiones.
Todo lo que te pueda decir de las emociones que viví en el Museo, siempre me va a parecer poco e insignificante. Me siento abrumada ante la grandeza de tantos autores y testigos, ante la magnitud de semejante tragedia tan siniestra, que marcó para siempre el corazón de la historia de la humanidad en el siglo XX.
…te comento que aún estoy maravillada de la obra que ustedes están haciendo con tanto esfuerzo personal. Me gustaría tener el mail de las dos muchachas que te acompañaron y no perder contacto con ninguna de ustedes (Dinorah Polakof y Melina Moreira).
Gracias, mil gracias por el honor que me concediste en esa hermosa visita guiada por ese lugar tan sagrado…
Gracias también por hacerme conocer la Biblioteca, ambos recintos donde se respira ese profundo amor y esencial respeto por el dolor de nuestro pueblo.
Yo siempre aposté con mis letras para mantener viva la Memoria y lo seguiré haciendo mientras viva.
Y porque hay letras que vale la pena citar es que citamos a Dinorah Polakof en su bella respuesta:
Querida Alexandra
Como manifestó Rita, fuimos nosotras las honradas con tu visita.
¡Qué maravillosa sensibilidad tienes! ¡Qué independencia y libertad!
No solamente durante la visita al Museo sino luego, también, cuando compartimos en la Biblioteca. Por momentos eras tú las que nos conducías del brazo y nuestra tarea se remitió a dejarnos llevar.
Y por si fuera insuficiente el haber aprendido de tu actitud, nos entregas a modo de obsequio tu carpeta de poemas, que me comprometo a difundir ante los grupos de visitantes (de todas las edades).
Gracias querida nueva amiga, ¿dónde estabas que no te conocí antes?