Publicado en Semanario Hebreo el 18 de Junio de 2015.
Hace ya semanas que con justificada satisfacción, la Comunidad Israelita del Uruguay, la Kehilá, anunciaba para el martes de esta semana, la actividad en la que su rabino Ben Tzion Spitz y el Cardenal Daniel Sturla, Arzobispo de Montevideo, abordarían juntos, cada uno desde su perspectiva, el tema de la familia y la fe en la sociedad moderna.
Como personas observantes y como líderes espirituales de sus respectivas comunidades, es indudable que ambos, separados y juntos a la vez, ven con preocupación cierta pérdida de valores en la actualidad, la fracturación de la familia y lo que significa, además de otros flagelos de la sociedad moderna.
El que se presentaran juntos, en una acción destinada a compartir y explicar juntos lo que les preocupa, era lo central. Y cada uno de los presentes, iba a discrepar o concordar con lo que oirían. Judíos y cristianos, observantes y laicos, cada uno desde su punto de vista.
Pero nos atrevemos a adivinar que no habría discrepancia de ningún tipo en cuanto a la importancia de ese “juntos”.
Nuestro incansable colaborador Isac Gliksberg publicará en estas páginas la semana próxima una nota sobre la actividad.
Pero hoy decidimos dedicar estas páginas a lo que precedió al debate: una visita del Cardenal Daniel Sturla al Centro Recordatorio del Holocausto. Rita Vinocur y el presidente Alejandro Landsman le explicaron sobre la institución y sus propósitos. Y luego, se recorrió con gran emoción el museo ubicado en la planta baja de la Kehilá.
La sencillez de Sturla no quitaba ni un ápice a lo fuerte del momento. Nada mejor que las palabras de Rafael (Rufo) Winter para explicar el significado de ese encuentro, que comenzó con la reunión en la biblioteca del Centro Recordatorio, pasó luego a una corta visita privada del Cardenal a la oficina del Rabino Spitz-donde se maravilló por la cantidad de libros en sus estantes- y luego llegó al pequeño pero emblemático Museo Recordatorio de la Shoá.
Creemos oportuno reproducir íntegra la alocución improvisada y tan digna de Rufo: “Este es un momento sublime. Dijeron que fue en la época de Juan XXII, el Papa bueno, cuando un sábado de mañana, shabat, se encontró en Roma con un grupo de judíos que iban a la sinagoga o volvían de la sinagoga, y les dijo: “Yo soy José, vuestro hermano”.Y acá estamos nosotros reunidos con nuestro hermano, el Cardenal Daniel Sturla.
En momentos como estos es seguramente en lo que pensó el Salmista, cuando dijo “ze haióm asá Hashem, naguila venismejá bo”, o sea “este es el día que hizo Dios, alegrémonos y regocijémonos en él”.
Y realmente es un privilegio poco común, un regalo del destino , el poder tener este encuentro con usted, estimado Cardenal. Y lo digo como integrante de esta noble institución, el Centro Recordatorio del Holocausto y también como integrante de la Confraternidad Judeo Cristiana del Uruguay, otra noble institución.
Y realmente, momentos como estos, es seguramente lo que muchas generaciones de judíos y no judíos también, habrían esperado.
Por esto, lo congratulo. Y nos congratulamos de poder tener este encuentro, esta instancia de confraternidad judeo-cristiana, en este lugar tan emblemático, en este lugar que tanto significa, la biblioteca, la institución, el museo, pequeño gran museo, quizás el primero de su género en el continente.
Es un momento muy emotivo. Ojalá que podamos, y estoy seguro que así va a ser, continuar con estos encuentros.
El hecho de tener un diálogo con nuestro muy apreciado amigo, el rabino Spitz, realmente constituye otra instancia memorable, digna del mejor elogio.
Cuando uno repasa muchas cosas y ve que llegamos a este momento, es para celebrar y para festejar. Es un momento de alegría.
Quizás la palabra “alegría” suene un poco en contradicción con lo que es el objetivo de esta institución,perpetuar el recuerdo y la memoria por cosas muy tristes que nos pasaron a nosotros. Pero en última instancia creo que lo que le pasó al pueblo judío es parte de lo que le pasó a la humanidad, por lo cual es triste para toda la humanidad.
De todas formas, tener este encuentro es memorable.
Por lo tanto, le agradecemos profundamente estimado amigo Cardenal.
Quisiera terminar con una bendición clásica de nuestro Sidur, del libro de plegarias judías, que seguramente también se hizo por parte de los sabios de Israel, para momentos como este: “Baruj atá adonái elohéinu melej haolam, shehejeiánu, vekiemánu vehiguiánu lazman hazé”. Bendito seas tú Eterno, Dios nuestro, Rey del Universo, que nos hiciste vivir, existir, y llegar hasta este momento”.
Un fuerte y emociondo “Amén” de los presentes, lo decía todo,mientras seguramente muchos ojos estaban llenos de lágrimas.
La respuesta del Cardenal, fue no menos conceptuosa y emotiva.
“Me siento abrumado y conmovido por este encuentro.
Yo vengo sencillamente a visitar una realidad que sin duda ha marcado la historia y la humanidad con una herida de profundo dolor, que hiere el corazón de la humanidad entera, que hiere el corazón cristiano también.
Y recordarlo con mirada de futuro, esperanzada porque en definitiva el Señor gobierna en el mundo y la historia nos hace esperar que estas cosas no se repitan más, aunque hay elementos de la historia actual que nos hacen ver hasta dónde puede llegar el horror y el mal.
Uno apunta siempre a la esperanza y esta esperanza en el Señor es la que nos permite mirar hacia el futuro pensando que estamos en las manos del buen Dios, que mantendrá sus promesas.
De parte mía el agradecimiento por la invitación y el sentirme hermano y amigo.
Y termino diciendo esto, que lo digo de corazón: en este tiempo de las gracias que yo he recibido, ha sido todo el contacto que he tenido, abundante, con la colectividad judía. Para mí ha sido un regalo del Señor, que le agradezco. Ha habido muchos acontecimientos, muchas personas, y destaco realmente a mi amigo Spitz, con quien los encuentros siempre me han dejado una huella muy positiva. Hoy ya nos vimos al mediodía, así que hoy, dos veces… Este encuentro ha sido muy hermoso y a mí me ha enriquecido enormemente”.
Fue un encuentro judeo cristiano, en el que ambas partes honraron sus respectivas creencias y sus modos de vida. Fue fruto también de una cercana relación que han desarrollado el Cardenal, ya antes de serlo, y el rabino Spitz. El acercamiento requiere de dos, y sin eso, no hay diálogo.
Pues ambos dignifican el objetivo con su actitud.
No había que ser religioso judío ni religioso cristiano este martes en la Kehilá, para concordar con Rufo Winter: Este fue un momento sublime.
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