Ana Jerozolimski. Publicado en Semanario Hebreo el 2 de mayo de 2019. Esta entrevista la realizamos hace ya bastante, pero nos pareció oportuno volver a compartirla, actualizada, porque explica cabalmente la problemática de lo que dejó la Shoá. La Profesora Rita Vinocur es Directora del Museo de la Shoá de Uruguay y Secretaria General del Centro Recordatorio del Holocausto e hija de Ana Benkel de Vinocur, sobreviviente de la Shoá.
P: Rita, estamos aquí conversando, porque sos hija de tu madre, sobreviviente de la Shoá. ¿Podés resumir cuál fue su historia durante el Holocausto?
R: Mi adorada madre, Ana Benkel de Vinocur (Z”L) estuvo en el ghetto de Lodz, en el campo de concentración y exterminio de Auschwitz, en el campo de Stutthof y después llevada a buques de carga con otras internadas de ese campo, como rehenes, en dirección a Alemania. Con ello, los nazis pretendían impedir que se bombardearan dichos barcos, pero los aliados sabían que allí se ocultaban municiones y de todos modos los buques fueron bombardeados y la mayoría hundidos. Quedaron muy pocos sobrevivientes en el mundo de esos barcos, y Ana Vinocur entre ellos. Quedó flotando en partes del buque averiado en medio del mar Báltico. Otro buque vino a rescatarlas; eran soldados rasos alemanes de la Wehrmacht. Estuvo dos años muy enferma en hospitales de Alemania. El primero de ellos en Kiel, postrada. Luego viajó a Uruguay donde sabía unos tíos habían emigrado desde Polonia, antes de la guerra, contactándose a través de la Cruz Roja, permaneciendo unos meses antes en Francia. Aquí en Uruguay se encontró con su amado hermano, Hersz Benkel (Z”L), único sobreviviente -además de ella- de toda su familia en Europa. Hermanos entrañables hasta lo sublime, en la vida y en la muerte.
P: Ser “segunda generación de la Shoá, supongo que es una gran carga emocional. El que haya segunda generación, es mensaje de continuidad, de empuje hacia adelante, pero también de un pasado familiar complejo. ¿Cómo resumirías tú el significado de ser hija de una sobreviviente de la Shoá?
R: No me siento con la capacidad de resumir en unas frases, algo tan complejo como es el significado de ser un/a hijo/a de un/a sobreviviente de la Shoá. Sólo puedo intentar dar mi percepción y mi visión. Puesto que hay visiones muy diferentes y todas son válidas. Para mí, ser hijo/a de una sobreviviente de la Shoá es -para comenzar a decir algo- … una marca de identidad, se está condicionado y no se puede escapar de eso. Quienes prefieran evadirlo y mirar hacia otro lado, pueden alejarse del tema cuanto quieran, pero tarde o temprano verán que es imposible… inclusive los que piensen que lo logran…. nunca lo logran… no se puede huir a eso, es muy fuerte. Hasta en el rechazo de tocar el tema se ve la fuerza del mismo. O se elige enfrentarlo. Y además también se puede sentir el compromiso de hacer algo al respecto. Trabajar para que no se repitan ésta u otras barbaries. Y las diferentes maneras de vivirlo son por supuesto respetables. Pero algo es innegable…con esa marca, se nace. He vivido varias etapas de este tema, pensando que el nazismo me había tocado de muy cerca, pero luego me di cuenta que fue peor, el nazismo lamentablemente… directamente había atrapado una parte de mí… y esa parte estará siempre lastimada, quién sabe por cuántas generaciones más. Esa parte necesita tratar de luchar por la memoria de lo que ocurrió, por el presente y el futuro. Por suerte hay también mucho espacio en mí para el optimismo, para desear aprender siempre, sorprenderme y dar lo máximo, siempre con pasión y energía. Otros hijos de sobrevivientes, tal vez opinen distinto, aunque algunos no quieran ni escuchar una palabra de Shoá tienen, tenemos… un nexo, un vínculo invisible por el hecho de que nuestros padres vivieron el infierno de la Shoá. P: ¿Es difícil vivir con el legado de la Shoá , como hija de una sobreviviente?
R: No es fácil tener semejante compromiso a cuestas. Por ser hija de sobreviviente siento que ese compromiso es mayor. Muchos de nosotros hemos recibido relatos de primera mano, los tenemos grabados a fuego. En lo personal siempre me interesó escucharlos a todos, puesto que me crié entre sobrevivientes que eran los amigos de mis padres. Me capacité para ser entrevistadora trabajando para la Fundación Shoá, de Steven Spielberg, también trabajar en el proyecto de recopilación de nombres e historias de personas asesinadas en la Shoá: Toda Persona tiene un Nombre. A veces quise escapar de esa responsabilidad, pesaba mucho… pero entonces leía un libro sobre el tema, o veía una película como cuando vi la vida de Simon Wiesenthal, o escuchaba a un sobreviviente o más aún… escuchaba a mi madre o a mi tío y decidía que no podría darle la espalda a esa parte de mi historia, de nuestra historia, y notaba que si hacía algo… que si llevaba a cabo algún proyecto al respecto, sobrellevaba mejor ese peso de mi corazón, le daba más sentido a mi vida. Además era mi manera de decirle a mi madre, a mi tío, a los sobrevivientes que conocía… y a los que no conocía… que me importaba lo que les había ocurrido y que los quiero.
P: En tu caso, es algo muy especial, ya que todo aquel que conoció a tu mamá, de bendita memoria, destaca su sonrisa, su mensaje fuerte pero positivo, sin odio. ¿Cómo se vivía eso en casa? R: Mi madre fue una mujer extraordinaria, que llenó nuestro hogar de luz… una fuerza de la naturaleza, no existía el odio en casa. Siempre decía que prefería haber sido víctima que victimario y no culpaba a las generaciones nuevas de lo que hicieron sus padres. Por otra parte, a los nazis obviamente jamás los perdonó. Ella era nada más y nada menos que uno de los símbolos de la transmisión y la memoria, pero además tenía innumerables destrezas y parecía hacerlo todo bien, siempre nos sorprendía porque, cocinaba, tejía, bordaba enormes gobelinos, cosía, dibujaba, era organizada, puntual, con un sentido del humor maravilloso, cariñosa, prolija, ordenada física y mentalmente, con grandes dotes de liderazgo y sin temor a arriesgarse en nuevos proyectos. Una valiente guerrera. Era impresionante vivir con ella. Imposible no admirarla. Y qué fácil amarla…Y por supuesto continuar su legado es algo muy fuerte, más allá de que hace mucho que lo siento natural y propio.
P: ¿Recordás el momento en que te “enteraste” que tu mamá había pasado la Shoá y qué es lo que sentiste, qué es lo que entendiste?
R: No recuerdo un momento específico. Esto está integrado a mi vida; no hay algo así como un momento de revelación, fue algo natural y gradual desde corta edad. P: Rita, ¿hay algo que quisieras comentar en especial?. R: Siempre tengo la inmensa e impenitente esperanza de que más gente sume sus fuerzas para luchar juntos por esta causa común, la educación sobre la Shoá, que va mucho más allá porque involucra valores universales. Tenemos una institución que tengo impregnada en la piel y el alma: el Centro Recordatorio del Holocausto Uruguay en un lugar físico que fue trabajado por sobrevivientes que dejaron cientos de horas de esfuerzo, retazos de su vida para que una organización que se dedique a la Shoá existiera, y lo lograron desde 1953. Tenemos un equipo extraordinario, y es necesario sumar más personas porque el trabajo es enorme. Tenemos una Biblioteca de Shoá, recibimos a cientos de jóvenes en el Museo, con necesidad de guías didácticos, además de los expertos que tenemos. Fue el primero y único en
Sudamérica hasta el 2002. Tiene un recorrido que permite envolverse en una atmósfera íntima que motiva la reflexión. Esperamos que quienes entren al Museo no sean los mismos al salir. Verse reflejados en espejos que nos hacen pensar que a cada uno de nosotros se nos puede discriminar por alguna razón y que debemos hacer algo al respecto. Pensar que todos somos iguales y a la vez diferentes y saber respetar esas diferencias y la sensación que cada uno de nosotros puede hacer algo aunque sea mínimo; todos podemos hacer algo para apoyar el bien y en contra del mal Ojalá estas líneas lleguen adonde deben llegar, directo al corazón para encontrar más gente con los mismos objetivos y pasión. Y que sientan que desde este lugar se puede hacer una gran obra, por la memoria, los derechos humanos y trascender la propia vida.
Una experiencia personal P: ¿Cómo se vivía el recuerdo de la Shoá en tu casa, de niña? ¿Qué es lo que más recuerdas al respecto, algo que te haya quedado grabado en especial?
R: Mamá muy frecuentemente tenía recuerdos de la Shoá y los expresaba. Esos recuerdos estaban integrados a nuestras vidas, y se iban repitiendo y nunca nos pareció mal, era la necesidad que ella tenía de volver a contarlos, y había que comprenderla, pero también se vivían otras experiencias con intensa alegría. En mi casa se escuchaba música, se tocaba música (mi hermano, Víctor Vinocur tocaba todo tipo de instrumentos y daba clases formando orquestas entre sus alumnos). A la gente le encantaba rodearla y sentir su energía desbordante que contagiaba a los demás, les gustaba tenerla de confidente, consejera, porque era amiga de sus amigas además de excelente madre, esposa, abuela y suegra. Mi esposo y mi cuñada la amaban también. Mi padre la admiraba tanto que creo pensaba era un ser celestial y no terrenal. Cada uno con su actitud P: No todos los sobrevivientes actuaron del mismo modo con sus hijos, en cuanto a qué y cómo contar. Sabemos por cierto que tu mamá, que escribió en forma impactante, sí sintió la necesidad de contar. ¿Pero fue siempre así o hubo tiempos en los que no podía hablar? R: Los primeros años no hizo públicos sus relatos, pero siempre le contaba a nuestra familia y amigos. Cuando ella relataba todo el mundo se sentaba a su alrededor. Además sí se expresaba a través del canto con canciones de la guerra y lo hacía muy bien. Tenía una voz bellísima que inclusive le salvó la vida cuando una “capo” (carcelera) le pidió que cantara en el campo, tal vez porque además de su buena voz, interpretaba con impresionante sentimiento. En los años 70’ a menudo sufría de terribles pesadillas. Tenía la necesidad de expresar lo que sentía y tenía una manera de relatar que cautivaba a pesar de lo doloroso del contenido de su relato. Y yo le decía “…mamá tenés que escribir todo esto para que quede para nuestra familia, para las generaciones por venir. También se lo decía su amiga Hela Stein. Y por supuesto comenzó a escribir, nunca dudaba si algo le parecía bien… lo ponía en práctica de inmediato y cuando se lo dimos a ver a mi profesor de literatura Roger Mirza para corregir, le aconsejó publicarlo. Y así nació “ Un libro Sin Título” porque “no hay un título capaz de abarcar semejante historia ”el cual ese mismo año obtuvo un premio nacional.