Lic. Rafael Winter. Publicado en Semanario Hebreo el 11 de abril de 2019.
El 7 de abril de 1994 comenzó la masacre. Nuevamente el horror en toda su dimensión. Hutus y Tutsis. La etnia Hutu ataca a la etnia Tutsi con el objetivo de aniquilarla. Incluso Hutus moderados fueron atacados por los Hutus más radicales y extremistas. Casi las tres cuartas partes de la población tutsi fue exterminada sin piedad.¿Qué pasó? O más bien ¿cómo pudo pasar? El genocidio no ocurrió de un día para otro. La desastrosa política del país que había conquistado en el siglo anterior Ruanda durante mucho tiempo; la conflictiva relación social entre las sectas hutus y tutsis, que se fue deteriorando más y más hasta llegar a la gota que desbordó el vaso. Y una vez que el genocidio comenzó, fue notoria la impotencia, la pasividad de las grandes potencias y de los organismos internacionales para frenarlo. Esta horrible “película” ya la habíamos visto… En apenas tres meses y poco más fueron eliminadas más de 800.000 personas. Con todas las secuelas y consecuencias imaginables e inimaginables. Destrucción.Masacre.Desolación. La peor tragedia ocurrida en el continente africano. Y no podemos ser ajenos a esto. En el caso nuestro, no podemos ser ajenos precisamente por haber vivido un genocidio -Holocausto- que nos marcó para siempre. Pero nadie debe estar ajeno. Nadie. Lo mínimo que podemos hacer es conocer sobre la tragedia y ser sensibles a ella. Sí: fue en pleno siglo XX. Genocidio Armenio; Shoah; Genocidio en Camboya; en los Balcanes. Genocidio en Ruanda. Y más…. Fueron algo más de tres meses. Cien días. Cien días de horror. Las formas del exterminio fueron horribles. Entrar en detalles no podemos y tampoco queremos. 25 años después, difícil que esta herida cicatrice. Por más que Ruanda en muchos aspectos se rehízo, ha cambiado y hoy es otro país. El mundo no debe permitir nunca más algo semejante. Nunca más.