En memoria de un joven que no debería haber muerto:
Sebastián Taranto (z’l)
Escribe Ana Jerozolimski, para Semanario Hebreo, 16 de abril de 2021
Uruguay está viviendo momentos difíciles en la pandemia y según los índices publicados, la mortalidad por COVID-19 es la mayor del continente calculada por millón de habitantes. Cada uno de los muertos es un mundo entero. Hasta el momento de escribir estas líneas, martes de mañana, son ya más de 1530 los fallecidos.
Pero como es natural, el dolor es especialmente fuerte cuando uno conoció a la víctima del maldito virus que se ha llevado ya a casi 3 millones de personas en el mundo entero. O cuando conoce a sus padres, sabiendo cuánto sufren al haber perdido un hijo que tenía aún tanto por vivir.
Y estos días, a todo el dolor que se vive por todos lados, se agregó la muerte de Sebastián Taranto (z’l), que impactó sobremanera también por el hecho que tenía solo 28 años.
Cómo intentar transmitir el dolor y frustración de tantos, por el fallecimiento de un joven que tenía aún tanto para dar y hacer en su vida. Seba, de bendita memoria, Ahron Haim Ben-Sara -se agregó a su nombre hebreo un segundo nombre, Haim, vida,como clamor por él- era un hombre joven al que nunca conocí personalmente. Pero conozco a su madre Sandra Veinstein, buena como el pan, y el solo imaginar su dolor, el de su esposo Elías, su hijo mayor Mauricio y toda la familia, desgarra el corazón. Y seguramente no podemos imaginarlo siquiera en toda su dimensión.
¡¿Por qué tenía que morir un joven a los 28 años?! ¡¿Por qué el maldito virus se lo tenía que llevar?! ¿Por qué las plegarias de tantos, judíos y cristianos, en Uruguay, Israel, en varias partes del mundo, las iniciativas solidarias lanzadas por distintas instituciones para hacer fuerza por él, no fueron escuchadas? Sí, ya sé… con esto entro en un terreno complejo. Gente muy creyente –y no sólo judía- dirá seguramente que nosotros no podemos entender cabalmente los caminos de D ́s. Que Él puede ver todo y nosotros podemos captar sólo una pequeña parte. Que cada uno tiene una misión y se ve que Sebastián ya había cumplido la suya en este mundo.
Y su alma seguirá haciendo bien en el más allá. Porque así era, dicen todos, un buen muchacho, de buen corazón. Que su alma no desaparece, probablemente la mayoría de nosotros concordará con ello, aunque nadie ha vuelto para contarlo. Pero…¿y el sufrimiento? ¿Y la familia de duelo? ¿Por qué?La familia de Sebastián, de Ahron Haim Ben-Sara, seguirá viviendo y no lo olvidará jamás.
Sandra, como docente sobre la Shoá, pilar del Centro Recordatorio del Holocausto, hija del sobreviviente de la Shoá Samuel Veinstein (z’l), sabe que se sigue adelante. Si su padre pudo después de los horrores que vivió, también ella y Elías podrán. Desde hace unos meses son abuelos y saben que hay por qué vivir.
“No vamos a bajar los brazos. Él va a salir. Él va a salir”, decía un mensaje de audio que nos mandó días atrás Sandra respondiendo a nuestra pregunta sobre cómo va todo y si hay alguna novedad. Seba no pudo salir. Y aún con rabia, me quiero aferrar, sí, a la idea que tiene una misión por todos nosotros, en el mundo de los Justos en el que está ahora.
Todos sabemos que se discute públicamente si el gobierno no tendría que tomar más medidas para limitar los contactos. Ya hemos escrito al respecto. Pero no menos importante es la responsabilidad de la gente. Mejor dicho, la irresponsabilidad. ¿Se precisa una orden del gobierno, una multa, para cuidarse y entender que con eso uno cuida a todo su entorno?
En memoria de Sebastián, sabiendo del dolor que desgarra en estos momentos a su familia, nos permitimos dirigirnos a todos los jóvenes que van a bares o a cualquier lugar no imprescindible que están abiertos. A los que se reúnen en la rambla o donde sea, en las plazas, los parques, a tomar, sea mate o alcohol. No esperen a prohibiciones del gobierno.
Recuerden que esto es peligroso, que el maldito virus no perdona a nadie, y que también ustedes pueden contagiarse. Recuerden que cuidarse no es sólo a ustedes mismos sino a vuestros padres, abuelos, hermanos, sobrinos y amigos. No vayan donde no es imprescindible ir, no se olviden que las burbujas son para estar encerrados en ellas salvo para lo esencial, no para agregar después de la burbuja reunioncitas que pueden parecerles inocentes, pero pueden ser mortales.
Cuídense. Por favor. Cuídense.
A Sebastián nada de eso le devolverá la vida. Pero salvará otras. Cada una, es un mundo entero.
Bendita sea la memoria de Ahron Haim Ben-Sara. Vivirá por siempre en corazón y el recuerdo de su familia y tanta gente que rezó por él.-
El mejor consuelo será recordar su vida
Sebastián era Licenciado en Ciencias de la Comunicación Audiovisual y amaba el campo que había elegido, al que ya se dedicaba por cierto laboralmente, mostrando, según nos ha contado gente que trabajó con él, sensibilidad y originalidad.
Era un muchacho muy familiero, buen hijo de sus padres Sandra y Elías, hermano menor de Mauricio, quien con su esposa Aline trajeron al mundo a Noa hace pocos meses y lo convirtieron en tío.
Tenía una profunda conciencia sobre la importancia de transmitir la memoria de la Shoá, siendo nieto de don Samuel Veintein (z’l), su abuelo materno, sobreviviente del Holocausto, que era un niño cuando los nazis entraron a su pueblo. Y adoraba a su zeide.
Como nieto de un sobreviviente, Seba tenía esa conciencia sobre la importancia de la memoria. Pero eso no significa automáticamente que uno se involucra. Es cuestión de encare, de actitud. Él sí.
Años atrás reproducimos en la edición impresa del Semanario Hebreo una nota del semanario sanducero ONCE de Mauro Goldman sobre una actividad del Proyecto Shoá en Paysandú, en la que Sebastián participó. Fue en el liceo número 5 y contó con la participación de Marcel Birnfeld, Sebastián Taranto y Melanie Tetman.
“La exposición de los chicos fue realmente muy atractiva, sin tiempo para el tedio e interactiva. El silencio de los estudiantes fue una clara demostración del interés que hubo pero destacamos el nivel de la exposición”, escribió Goldman. Contó que ese mismo día, el equipo de Proyecto Shoá fue al Instituto de Formación docente y en 4 terceros del liceo 5.
Seba era un joven involucrado, con compromiso. Tenía tanto todavía por hacer…