Entrevista al Profesor Oscar Yáñez, Subdirector de la Dirección General de Educación Secundaria en Uruguay, luego de su emotivo viaje a Polonia

Entrevista al Profesor Oscar Yáñez, Subdirector de la Dirección General de Educación Secundaria en Uruguay, luego de su emotivo viaje a Polonia
11 septiembre, 2023 administrador

Entrevista al Profesor Oscar Yáñez, Subdirector de la Dirección General de Educación Secundaria en Uruguay, luego de su emotivo viaje a Polonia

 

El Profesor Oscar Yáñez realizó hace tres meses un viaje a Polonia, que lejos estaba de ser un  paseo turístico. En el marco del grupo uruguayo “Memoria y Dignidad”, recorrió con la guía del Dr. Mario Sinay, parte de la historia de la Shoá, que tuvo precisamente en territorio polaco-porque así lo dispusieron los nazis- el principal escenario de horror del exterminio. Fue un privilegio compartir con él esos días

 

 

El Prof. Oscar Yáñez junto a la autora de la entrevista, Ana Jerozolimski

A modo de presentación

Oscar Yáñez es Profesor de Idioma Español, egresado del Instituto de Profesores “Artigas”, especializado en docencia de la educación media y diplomado en violencia de género y generaciones.

Cargos desempeñados: profesor de Idioma Español en instituciones públicas y privadas; profesor de Didáctica en el IPA; Subdirector,  Director (en liceos públicos y privados) e Inspector Nacional de Idioma Español.

Cargo actual: Subdirector de la Dirección General de Educación Secundaria.

 

Oscar, hace poco compartimos el viaje a Polonia con el grupo uruguayo “Memoria y Dignidad”. ¿Por qué decidiste sumarte? 

Pueden ser varias las razones, pero entiendo que hay dos fundamentales.

En primer lugar, me pareció relevante atender la propuesta del Centro Recordatorio del Holocausto, institución en la que participan colegas, compañeros y amigos, con quienes comparto similares intereses y preocupaciones, en relación con el estudio de la Shoá y, especialmente, en referencia al respeto de los derechos humanos.

En segundo lugar, tenía la certeza de que este viaje sería un complemento a todo lo aprendido, tanto con profesores del área judía en la Escuela Integral como en la Escuela Internacional de Estudio del Holocausto en Yad Vashem.

Uso intencionalmente la palabra “complemento”, porque el “todo” nunca lo podremos saber. Hay mucho sobre el comportamiento humano que es difícil de racionalizar, pero viajar por la “dignidad”  -pensé en su momento- es ir más allá de una circunstancia y significa un compromiso con las circunstancias.

¿Te parece lógico que yo te haya preguntado esto? O sea, para los judíos, es como acercarse a uno de los capítulos más duros de su propia existencia, en muchos casos dramático en las vidas de sus propias familias.  Pero creo que es muy importante saber cómo lo ven no judíos que participaron.

El intento de aniquilación de un pueblo no puede ser observado únicamente desde los descendientes que sufrieron ese proceso. Los no judíos que hemos recibido información y un mínimo de formación vemos una forma de “vivificar” los acontecimientos, cuando se visitan sitios con un objetivo didáctico y no turístico. No puedo colocarme en lugar de un judío. La misión es comprender y acompañar por espacios y tiempos a compañeros de viaje para testimoniar lo ocurrido y humanamente injustificable.

No me voy a agotar de repetir la actitud del grupo en Treblinka, cuando colocamos una ofrenda floral. En ese momento, invitaron a hacerlo a los integrantes no judíos. Confieso que dudé, porque sentí que podría invadir sentimientos. Pero recuerdo al Ing. Roberto Cyjón en ese momento. Me vio dudar, me tomó del brazo y me dijo “andá”. Por lo tanto, sin lugar a dudas, el viaje permitió que algunos se acercaran al instante más dramático de la historia general y  de su historia particular.

 

Ahora bien, el episodio que relaté de Treblinka nos hacer ver, como parte del grupo, que el compromiso no es solo del pueblo judío. Es un compromiso en el que debemos participar todos, porque no estamos dispuestos a justificar muertes. La “memoria y la dignidad” es una perspectiva de respeto a la vida.

Ese momento del homenaje fue en efecto muy emotivo, en medio de la imponencia de los monumentos recordatorios de Treblinka. Recordemos que eso es lo que hay allí, monumentos erigidos después, ya que los nazis destruyeron toda la máquina de horror que habían erigido en el lugar. ¿Qué te dejó el viaje? Creo que está claro que para todos nosotros fue una ocasión de gran aprendizaje, con vivencias movilizadoras. Pero cada uno puede captarlo distinto.

La confirmación de la existencia de bienes mayores y bienes menores. Y, por supuesto, el bien mayor de la vida. Digo esto porque hubo momentos con relatos incomprensibles, desde una perspectiva humana.

Me permite con fuerza e indignación reformular la pregunta “¿cómo fue posible?” a “¿cómo es posible?”. Trasladar la pregunta al presente es la reafirmación de la memoria, pero también es una forma de analizar el contexto mundial. Y eso me preocupa.

Muy importante esa observación, porque una de las lecciones universales de la Shoá es que seres humanos hicieron eso, no monstruos caídos de otro planeta, y que por lo tanto, hay que estar alertas siempre ante el surgimiento de horrores en cualquier lado. ¿Cómo viviste los testimonios que a lo largo del viaje iban compartiendo algunos compañeros que son hijos de sobrevivientes?

Creo que es la primera vez que hago un viaje con tanto silencio. Es verdad que pasamos momentos de camaradería, que tuvimos la oportunidad de reír.

Pero ante los testimonios o la búsqueda e identificación de lugares de dónde vivió, sufrió o murió un familiar, solo pude hacer silencio. Creo que muchas veces fuimos capaces de escuchar el silencio. No obstante, en varias ocasiones me pregunté cómo hacían mis compañeros judíos para sobrellevar el peso del relato que contenía, a veces, imprecisiones, incertidumbres, hipótesis borradas por la propia historia, aunque también incluía precisiones con imágenes desgarradoras.

Un viaje con tanto silencio… qué imagen imponente que transmiten tus palabras. En tu resumen en el ómnibus, dijiste algo muy emocionante sobre la importancia de poder llorar a un ser querido en su tumba, contando tu tragedia personal al haber perdido a tu esposa prematuramente. Me pareció especialmente emocionante poder trasladar esa gran hecatombre que fue la Shoá a una situación personal, al plantear lo terrible de tantas familias que no tienen dónde llorar a los suyos.

Así es. El último día de viaje compartimos una evaluación y resumen de todo lo vivido. Ese día coincidía con el Día de la Madre en Uruguay. Recuerdo que, en determinado momento, mi hija más chica me envió unas fotografías de las flores que había comprado para llevar al cementerio en memoria de su madre. Recibí las imágenes y miré al grupo. Siempre en silencio. Naturalmente, fue un momento muy intenso para mí, pero pensé cuántos de quienes me acompañaban o cuántos sobrevivientes que hoy ya no están nunca tuvieron la triste posibilidad que ese día tenían mis hijos.

Acá no se trata de apelar a la sensibilidad ni a considerar que hay muertes de primera y muertes de segunda. Mi reflexión pasa por algo mucho más importante. Los seres humanos tenemos derecho a la vida, pero también tenemos derecho a una digna sepultura. La muerte conlleva dolor, siempre. Pero durante el viaje vi llorar a muchos de ustedes. En algunos lugares no sabíamos quiénes estaban allí. Sabíamos que estaban. En otros, sabíamos quiénes estaban allí, en un lugar y tratamiento indigno.

Es cierto, hubo muchas instancias de llanto sin duda… ¿Este viaje marcó para ti un antes y un después del relacionamiento con el mundo judío, con lo que lleva consigo? 

El antes y el después no está necesariamente en relación con el mundo judío, sino con un grupo de personas que pude conocer y compartir alegrías y tristezas, además de sostener un vínculo en Uruguay. Mi relación ha sido siempre un proceso, en particular con los colegas de la Escuela Integral, que, como todo proceso, evoluciona con mayor o menor velocidad, según las circunstancias. El antes y el después se halla en el conocimiento y en la oportunidad estar en lugares que, por momentos, creí inalcanzables.

¿Te sorprendió lo que vivimos en este viaje? ¿Ves hoy dimensiones que antes no podías captar o dimensionar como ahora?

Por supuesto. Este viaje, en relación con el proceso de “vivificación” del que hablaba hoy, me permitió ir desde el plano a la tridimensionalidad; del relato lejano al relato in situ; desde lo abstracto a lo tangible.

Este viaje fue un tránsito didáctico-pedagógico. Ante la posibilidad que otros puedan vivir esta experiencia, hay que destacar que no se trata de un “viaje de shopping”. Se trata de un recorrido intenso que promueve altibajos emocionales muy importantes y que hay que estar dispuesto a vivirlos, porque vivirlos nos hace crecer en la importancia de velar por los derechos humanos.

La enseñanza de la Shoá en Uruguay 

Oscar, creo que un tema ineludible e importante es referirnos a tu papel en la institucionalidad de la enseñanza. Como es sabido, se lucha hace mucho por lograr que la historia de la Shoá esté incluida en el programa curricular de estudios. ¿Podrás incidir al respecto? ¿Sentís que tenés ahora elementos para aportar que puedan empujarlo? Y me pregunto por qué hasta ahora no ha salido el tema? ¿Mera burocracia o alguien lo frena?

Independientemente del cargo que hoy ocupo, la preocupación por la inclusión del estudio de la Shoá es el común denominador en los intereses de las autoridades en general.

De hecho, hemos tenido contactos entre instituciones judías del Uruguay y hemos formalizado preocupaciones, inquietudes y propuestas.

Debemos pensar que el tema será parte de nuestra propuesta educativa, por razones éticas y reglamentarias. Aunque yo me afilio más a las primeras, las segundas son muy importantes porque dan un respaldo y garantía.

En relación con lo que expuse, actualmente nos encontramos en un proceso de transformación educativa, lo que implica la presencia de un nuevo paradigma educativo y, con ello, nuevas unidades curriculares y nuevos contenidos, por lo que allí están todas las expectativas del abordaje de la Shoá.

En lo personal -consciente de que no coincido con todos-, creo que el estudio del Holocausto, como el de otros episodios que asolaron a la humanidad durante tanto tiempo, además de ser estudiados en sí mismos, deberían ser parte de una transversalidad en relación con la formación ciudadana y el estudio de los derechos humanos.

Ojalá prospere ese pensamiento y se traduzca lo antes posible en una decisión formal concreta. Creo que conocer lo ocurrido aportaría a formar ciudadanos sensibles y responsables. Gracias por todo esto tan valioso.

Gracias a  ti Ana.-