De niño, yo pensé que la vida era así. Luego, cuando comencé a entender, no quería saber de nada.

De niño, yo pensé que la vida era así. Luego, cuando comencé a entender, no quería saber de nada.
25 mayo, 2015 administrador

Por Ana Jerozolimski. Publicado en Semanario Hebreo el 14 de Mayo de 2015.

Hace pocos meses, nos contactamos con Sandra Veinstein, profesora de historia y maestra jardinera, cuyo padre Samuel es sobreviviente del Holocausto. Le pedimos su testimonio precisamente como segunda generación, hija de un sobreviviente. Fue interesante y doloroso lo que compartió con nosotros y los lectores… y hoy, entramos en detalles de la mano de su propio padre, que estuvo allí, que cuenta lo que él mismo vivió… por primera vez.

 

Samuel, le agradezco la oportunidad de llevar a cabo esta entrevista. Ya he conversado con Sandra sobre cómo vivió ella su condición de hija de un sobreviviente. Y ahora le pregunto a usted qué lugar ocupan los recuerdos en su vida hoy…

Es una parte de mi historia que no pude olvidar. Yo he hecho lo imposible para no mirar atrás, pero me di cuenta que eso es inevitable. No puedo borrar mi historia, los recuerdos son parte de mi vida.

La guerra comenzó para usted cuando era un niño chico, de 5 ó 6 años, en su pueblo natal Hotin en Rumania, donde usted vivía con sus padres, hermanos y abuelos. Luego fueron numerosas las penurias y muchos los momentos de lucha. ¿Es demasiado simplista preguntarle qué es lo que más recuerda…. qué es lo que más le ha quedado grabado?

Uno de los recuerdos que tengo presente es la noche cuando los alemanes bombardearon Hotin. Salimos todos de la casa para salvar nuestras vidas, mis padres, hermano y abuela. Estuvimos allí toda la noche, tirados en el piso bajo un árbol. Eso me impactó mucho, no entendía lo que nos estaba pasando, vi a mi madre asustada, mi padre nervioso, todos los judíos del Hotin estaban allí. De pronto comenzó a llover y nos tuvimos que refugiar bajo un pequeño techo. Yo no entendía lo que estaba sucediendo. Tenía sólo 5 o 6 años. Recuerdo que lloré toda la noche. Fue todo un gran impacto en nuestras vidas.

También están presentes en mis memorias los días, no podría especificar cuántos, que caminamos desde Hotin a Ucrania. Cuando yo no quería caminar más, mi padre me cargaba en sus hombros… Pienso en eso y es como si lo estuviera viviendo ese drama ahora. Son cosas que te marcan, no te lo podés arrancar del alma. Con todo eso yo luché para salir adelante. Nunca quise hablar. Quise olvidar, empezar una vida nueva acá en Uruguay y en parte la encontré.

Debe ser un desafío constante, querer armar esa nueva vida, y sentir que la memoria no se apaga… sigue allí, recordándolo lo que vivió…

Así es. Podría hablar días enteros…Tengo muy presente aquel día (durante el camino hacia Ucrania) cuando mi padre nos llevó a una habitación en la que nos intentamos escondernos..El tenía conocidos en los campos por su trabajo antes de la guerra. Estábamos toda la familia, una hermana de mi madre con su hija y mi abuela que estaba recostada contra una pared y le pedía a mi padre «Moshe, vaser», o sea «agua», en idish». Mi padre quería salir pero mi madre no lo dejaba porque sabía que si salía no volvía. Esas cosas te quedan grabadas .Yo creo que esa misma noche mi abuela murió de sed. Era mi abuela materna Eva Shkolnic Z»L.

Pero también su otra abuela salió con ustedes ¿verdad?

Así es. Mi abuela paterna Sara Wainstein Z»L, salió con nosotros de Hotin pero no pudo caminar mucho. Pienso que murió rápidamente pues no la volví a ver en esa caminata.

Yo cuento cosas puntuales que hoy tengo claras, pero que cuando niño, me quedaba mirando pensando qué será..La vida es así. Con 6 años es difícil de entender, con 10 o 11 años ya razonas o pensas que hay un criminal que te quiere matar. Pero cuando yo pasaba por todo aquello, teniendo 5 o 6 años, pensaba que la vida es así. Es imposible explicarlo con palabras.

Otro recuerdos que tengo presente fue cuando en Ucrania vivimos en un Koljos. En una pieza junto a mis padres, hermano, mi tía y su hija. Allí mi padre trabajó para los alemanes de intérprete. Todas las noches venía una mujer del Koljos que traía una cantidad de botas de los alemanes con mucho barro. Mi madre tenía que limpiarlas, lustralas y dejarlas impecables. Mi padre volvía en la noche pero cuándo se iba en la mañana no recuerdo, seguramente estaría durmiendo.

Al final del día lo traían, empujaban la puerta, la abrían y lo tiraban para adentro. Él quedaba tirado en el piso, mi madre venía le sacaba la ropa que tenía y con agua intentaba curar sus heridas. Todos los días después de trabajar le daban una paliza, no podía ni caminar, lo tenían que traer arrastrado.

Y usted, de niño, veía a su padre así… Se me ocurre que este puede ser uno de los ejemplos más claros de cómo las heridas que más duelen, quizás no siempre sean las físicas…

Yo cuando veía eso no entendía, ahora que soy grande lo razono pero en aquel momento no podía comprender. Antes de la guerra vivía con mi familia, recibía cariño, nuestra familia tenía una buena situación… no faltaba nada. Mi padre me hacía regalos cuando volvía de sus viajes de trabajo. Recuerdo aquel tren a cuerda que me trajo luego de un viaje. Era un niño feliz y tengo muy lindos recuerdos de esa etapa de mi infancia.

Es muy difícil pensar que un niño tan chico entiende el mal que la Shoá simbolizaba, lo terrible de la guerra.. ¿Recuerda cómo lo veía usted en ese momento?

Yo puedo contar lo que vi, es difícil decir lo que sentía. Estaba sorprendido. Nuestra vida normal había cambiado.. Antes tenía una familia feliz, todos los sábados salíamos a caminar por el pueblo, comprábamos semillas, paseábamos, mi padre iba a la cabina del teléfono y hablaba. Todo eso había desaparecido.

De repente, el mundo en el que vivía..ya no está… ¿Se puede decir qué era lo peor?

Muchas cosas… Me acuerdo cuando volvimos a Hotin en un tren. Ucrania había sido tomada por los rusos y pasamos por el campo de concentración donde estuvimos pocos días. Mi mamá decía «mira la tierra levantada» y mi hermano le preguntó qué era, y ella le dijo «acá están toda las personas con las que caminamos…. están ahí abajo todos muertos ». Mi madre se puso a llorar y mi hermano también. Fue un momento muy duro.

¿Tenía miedo de morir.. o inclusive en una situación tan extrema, no es natural que un niño piense que va a morir?

No, para nada, la muerte era algo natural. Vos caminabas, pasabas por una casa y veías los cuerpos adentro puestos como baldosas una sobre otra. Al principio te impacta…pero después lo ves como algo natural y como niño lo veía sin entender nada. Un grande podía decir lo mataron los nazis o se murió de hambre, pero yo pensaba que así era la vida. Pero luego de unos años comencé a entender y no quería saber de nada.

¿Cómo explica que en medio de ese infierno, en el que los conceptos básicos de la vida se trastornan, usted, su mamá y hermano se hayan salvado?

Ese fue trabajo de mi padre. Él fue clave en nuestra salvación. Se escapaba de las filas cuando caminamos de Hotin a Ucrania y traía pan y poco de leche. Sobornó al soldado en el campo para poder escapar. Encontró no sé cómo aquel Koljos donde trabajó de interprete a cambio de algo de comida y por la vida. Por él nos salvamos mi madre, mi hermano y yo. Él era un hombre que de momentos estaba fuera de sí. La situación era muy difícil y él luchaba para que sobreviviéramos.

ENTRE LA NUEVA VIDA Y EL RECUERDO

¿Recuerda cómo vio a Uruguay cuando llegó? Imagino que era salir del infierno, al paraíso….

Cuando llegamos nos resultaba raro sentirnos libres, ver caras como las de mi tía y mis primas sonrientes, felices, que nos esperaron con bizcochos para el camino del Aeropuerto de Carrasco a la Unión donde vivía mi tío. Todo era alegría. En el camino me sorprendió ver tanto campo, no entendía dónde estaba la ciudad, porque yo venía de conocer Bucarest con grandes edificios y Roma donde estuvimos viviendo como 3 meses. Miraba en el camino tanto campo que no entendía nada.

Sentí que salía del infierno al paraíso. Llegué a un país donde había libertad, se come lo que uno quiere y si trabajas podes tener una casa. Con los años obtuve la ciudadanía uruguaya y la posibilidad de viajar y ver otras partes del mundo pero cuando vuelvo a Uruguay siento que es mi casa.

Según lo que Sandra me contó… usted durante muchos años no relató a su familia sobre lo que había vivido. ¿Por qué?

Yo al principio no quería hablar, no quería saber nada. Con la muerte de mi hermano (ahogado en Hungría después de la guerra) habíamos sufrido un golpe más en mi familia y mi madre se vino abajo totalmente. Ella queda destruida y solo hablaba conmigo de su hijo y mi hermano Yankel Wainstein (Z»L).

Y su madre lloraba a solas cuando se recordaba a la familia en Europa..¿Fue un desafío muy grande seguir adelante, formar una familia, guardando el dolor adentro… apostar por la vida recordando la muerte de tantos seres queridos?

Mi madre cuando decía Izkor se le presentaba toda la vida pasada y por eso lloraba. Me acuerdo en Europa cuando se decía Izkor las mujeres lloraban. Era algo impresionante… levantaban el techo. Mi mamá lloraba en silencio. Pienso que no quería que nadie le preguntara por qué.

¿Alguna vez quiso venganza?

Sí, en algún momento lo sentí, yo decía que cuando fuera grande me iba a vengar de esos alemanes nazis. Durante muchos años mantuve mi enojo y me decía que cuando fuera grande me vengaría, pero con el paso del tiempo me di cuenta que no iba a ganar nada con la venganza, podía ir preso. Ahora estoy en un país tranquilo, nadie me molesta, trabajo y hago lo que quiero. Poco a poco esa idea fue desapareciendo.

¿Qué quiere que el mundo sepa hoy, que comprenda hoy.. 70 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial?

El mundo continúa estando pervertido como en aquel entonces, se muere gente como en aquellos años. Nosotros estamos en un lugar donde eso no nos llega por suerte, pero hay otros países en los que la situación es peor. El mundo no ha cambiado. Lo que yo vi y viví no va a existir más en el mundo porque ya se aprendió, pero eso no significa que todo esté bien. Uno ve que en muchos lados todos los días hay gente muriendo y las organizaciones mundiales no hacen mucho por detener esto. Hay que recordar y contar.. Yo, recuerdo siempre.

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