El Dolor de un amigo

El Dolor de un amigo
2 septiembre, 2014 administrador

Por Juan Raúl Ferreira. Semanario Hebreo. 3 de Enero de 2013

Ha sido este un fin de año cargado de incertidumbres. La enfermedad inesperada de Hillary Clinton, la incertidumbre sobre el futuro de Venezuela, el abismo fiscal de Estados Unidos. Será por eso, que al prepararnos para las 12 de la noche del 31 de diciembre, nos aferramos a nuestros afectos de esta nuestra Patria Chica, nuestro hogar. Primero llegó la noticia de la muerte de mi amiga y adversaria Susana Dalmás. La tristeza se mezclaba con el orgullo de pertenecer a esta comunidad espiritual donde los colores políticos no interfieren en nuestros afectos. Y en eso estaba cuando me enteré de la muerte de Jacobo.

Me puse a llorar. De tristeza, pero seguro que también, emoción, de alegría de haberle conocido, de despedida, de hasta luego. Yo lo conocí cuando ya se había radicado en Montevideo, pero lo miraba y lo imaginaba tras el mostrador de su tienda en Melo, la tierra de mis mayores, cortando tela y vendiendo bombachas de campo a los paisanos. Desde hace algunos años, no sé bien por qué, el Centro Shoa y la Asociación de Sobrevivientes del Holocausto me invita año a año a las fiestas de Januca. Algunos años se celebraba además Rosh Hasshaná. Pero siempre Januca.

Allí me sentaba siempre a su lado, seguía atento sus oraciones y la partición del pan, brindábamos y los últimos años, bailábamos danzas tradicionales. Siempre luego de las lecciones teológicas formidables de Rufo, me pedían algunas palabras. Con los años, cada vez yo aprovechaba para agradecer una cosa de las que tanto debo a los judíos. La última vez hablé de la oración y agradecí cómo allí había aprendido a rezar. Cuando volvía cada vez al lado de Jacobo él se esforzaba por trasmitir una emoción que inocultablemente le embargaba hasta que sentía que su bastante buen español le que daba chico para todo lo que quería decir, me abrazaba y me decía «te quiero mucho.» Yo le retrucaba siempre «Nos queremos ». Era casi un rito que no recuerdo- ni quiero saberlo cuántos años tiene.

Cada año Jacobo estaba más viejito. Y vaya a saber por qué una vez me encontré a su lado pensando que un día se iba a morir y que a lo mejor no me iba a enterar. Y esa idea me quedó en el alma y me hacía revivir la alegría cada vez que lo veía. Encendiendo una vela en Iom Ha Shoa, en la noche de los Cristales o en acto alguno de la colectividad judeo uruguaya. Al terminar el acto siempre lo veía haciendo un esfuerzo para abrirse paso y llegar a mi lado. Entonces era yo el que caminaba hacia él y le decía «Jacobo, nos queremos mucho» y le abrazaba mientras sentía que a ambos se nos hacía un nudo en la garganta.

Una gran pensadora cristiana, Santa Teresita del Niño Jesús, decía que D»s escribe derecho en renglones torcidos. Y así son de inescrutables los caminos del Innombrable. Este año, el último en que Turim presidió las celebraciones, por primera vez en años, no pude ir por razones de salud. Iba a ser nuestra última fiesta de las luminarias. Al terminar este año- faltan un par de horas nomás en el momento que escribo estas líneas-, doy gracias al creador por la vida de Jacobo, por su cariño, por haberse vuelto fundamental en mi vida, por su sencillez, por su mirada serena, por su paz interior, por haberme hecho vivir la intensidad de los momentos compartidos. EL heroísmo de los macabeos, es algo… impresionante en la historia de la humanidad. Sin embargo, noto que los judíos lo recuerdan con admiración conscientes de que Januca significa mucho más que una victoria militar. Festejar estos triunfos fuera de un contexto espiritual no tiene sentido salvo para los pueblos guerreros. Es el milagro de las luminarias la clave de la celebración. Cada vez que lo celebre recordaré a Jacobo encendiendo la primera vela. Pero su luz, la de su vida, no se agotará e iluminará nuestras vidas como el escaso aceite de las luces de Januca.

Querido Amigo Jacobo, Te sigo queriendo mucho y desde donde estás, siento la fuerza de tu amor.

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