“Nostra aetate”: A 49 años del comienzo de nueva era en relaciones entre católicos y judíos

“Nostra aetate”: A 49 años del comienzo de nueva era en relaciones entre católicos y judíos
12 noviembre, 2014 administrador

Por Isac Gliksberg. Publicado en Semanario Hebreo el 6 de noviembre de 2014.

El pasado 28 de octubre se cumplieron 49 años desde que el Concilio Vaticano II, con la firma del Obispo Pablo de la Iglesia Católica, hiciera pública desde Roma, en San Pedro, la Declaración conocida como “Nostra Aetate”, es decir, “Nuestro Tiempo”.

El inicio del Concilio Vaticano II se produjo el 11 de octubre de 1962 y fuel Cardenal alemán, Augustin Bea, Sacerdote Jesuita, cuya influencia como Padre Conciliar en el Concilio Vaticano II tuvo, en forma particular, una importancia decisiva, sobre todo, en lo que atañe al texto del Capítulo No. 4 de ese documento y que trata, justamente, la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas, particularmente, en ese Capítulo, la religión y el pueblo judío.

La aprobación de este documento, del cual la confección del texto final del Capítulo No. 4, justamente, llevó mucho tiempo, precisamente, por lo que tenía que ver con las relaciones entre la Iglesia Católica y la Religión Judía.

La aprobación del documento final, cuyo inspirador inicial fue el inolvidable Papa Juan XXIII, marcó definitivamente, el comienzo de una nueva era histórica en las relaciones, en todo el planeta, entre católicos y judíos.

Es sumamente sorprendente, y al mismo tiempo estimulante, todo lo que se ha avanzado desde la emisión oficial de ese documento, hace 49 años atrás, en lo que atañe a las relaciones de católicos y judíos.

Cristianos y judíos venían entonces de una larga era de dolor y desconfianza, y de indiscutible ignorancia de los hechos reales, y gracias a lo señalado por “Nostra Aetate” judíos y cristianos pueden conocerse mejor, y pueden sentarse junto a una misma mesa para tratar, en armonía y respeto mutuo, temas comunes a ambas religiones e, incluso, aquellos que no han sido hasta el año 1965 y hasta el presente, en muchos casos, no son comunes.

Es que, “Nostra Aetate” destaca especialmente, “las raíces judías” del Cristianismo y subraya que “teniendo en cuenta que el patrimonio espiritual común de judíos y cristianos es tan grande, este sínodo sagrado desea respaldar y recomentar el respeto y la comprensión mutua que está, por encima de todos los estudios bíblicos y teológicos, al mismo tiempo que aprueba todos los diálogos fraternales.”

“Nostra Aetate” vino a aclarar, por fin y definitivamente, luego de varios estudios sobre el tema, justamente lo que atañe a la muerte de Jesús. El documento menciona al respecto que “lo que sucedió en su pasión – se refiere a la muerte de Cristo según Juan 19:6 – no puede ser concebido como culpa de los judíos sin distinción: ni los que vivían entonces, ni los judíos de hoy en día. Esto requiere una discusión mucho más detallada –subraya el documento – y espero que podamos hablar al respecto durante este diálogo “refiriéndose al diálogo judeo-cristiano.

En otra parte del documento, la Iglesia Cristiana declara «que repudia todas las persecuciones contra cualquier hombre».

Más aún –dice “Nostra Aetate” – aceptando cabalmente el patrimonio común que tenemos con los judíos, y motivados por los Evangelios, el amor espiritual y los más nobles pensamientos la Iglesia deplora el odio y las persecuciones y desaprueba el antisemitismo dirigido contra los judíos en cualquier época y desde cualquier forma.”

Unos años más tarde, en otro documento de la Iglesia Cristiana, se condenó específicamente, el antisemitismo, y ello fue así, en “La Iglesia y el Racismo.” Es especialmente importante tener presente que, para los Cristianos Católicos, el documento que nos ocupa tiene el valor de lo doctrinario y, desde 1965, ha sido la Doctrina de la Iglesia Católica Apostólica Romana y fue el Papa Juan XXIII y su memoria la que guió por medio del espíritu de Dios, al Concilio Vaticano II y que fue este Papa quien, primero, le dijo a una delegación judía que lo visitó en el año 1962, “Yo soy José, vuestro hermano” y, a partir de ahí, cristianos y judíos hemos ido acrecentando nuestros lazos como hermanos que somos.

Posteriormente, el Papa Pablo VI aprobó la creación de una Oficina de Relaciones Judeo – Cristianas en el marco de una nueva Secretaría para la promoción de la unidad de los cristianos. Y, exactamente nueve años más tarde de la difusión de “Nostra Aetate” pero con la inspiración de ésta, se convirtió, en una parte de la enseñanza cristiana católica la “Guía y Sugerencias para implementar la Declaración Conciliar “Nostra Aetate”. Esto ocurrió a partir del 28 de octubre de 1974.

Fue justamente en este documento cristiano que se inició a hacer públicamente, referencia al Holocausto judío y la explicación de cómo los cristianos deben integrarse al diálogo con los judíos.

En este último documento, se hace expresa mención a la definición relacionada a la creación y sostenimiento de un diálogo fructífero, y fraternal, entre cristianos y judíos y que resulta muy importante para su comprensión.

Desde el 28 de octubre de 1965, la Iglesia Cristiana ha ido escuchando y aprendiendo de los judíos, tanto de su religión, como de su pueblo, y ha ido generando nuevos documentos sobre las relaciones entre el Cristianismo y el Judaísmo, tales como los “Apuntes sobre la forma correcta de presentar a los judíos y al judaísmo en la liturgia y en la catequesis de la Iglesia Católica Romana, publicado en el año 1985.

Recíprocamente, a partir del Documento cuyo 49º aniversario estamos recordando y celebrando, se ha mejorado enormemente la forma en que los judíos, vienen dialogando y estudiando al Cristianismo.

No quiero dejar de mencionar una frase que me parece muy importante en “Nostra Aetate” y que dice que “ es verdad que la Iglesia es el nuevo pueblo de Dios, pero los judíos no deben ser objeto de rechazo o blasfemia de acuerdo a las sagradas escrituras.”

Siguiendo el espíritu del documento del Vaticano, el hasta no hace mucho principal de la Iglesia Cristiana Apostólica Romana el entonces Cardenal Ratzinger, de origen alemán como el Cardenal Bea, expresó que “la tarea fundamental de los judíos y cristianos es la de aceptarse mutuamente en una reconciliación íntima y profunda, sin rechazarse ni negar aspectos de la fe del otro, sino partiendo de la profundidad de su misma fe.”

Gracias a “Nostra Aetate” y a otros documentos del Vaticano que le siguieron a lo largo de los años a partir de 1965 y del espíritu del inolvidable Papa Juan XXIII, se han idos mejorando las relaciones entre la Fe Cristiana y el Pueblo Judío teniendo en la actualidad, felizmente, relaciones diplomáticas plenas entre el Estado del Vaticano y el Estado de Israel.

El mismo documento que nos ocupa ha sido inspirador para que, en nuestro Uruguay, podamos ostentar con satisfacción y, con indisimulado orgullo, la existencia de una “Confraternidad Judeo – Cristiana”, donde fieles de una y otra religión suelen reunirse con regular frecuencia y convivir en armonía y fraternidad.

Pero esto, podrá ser motivo de otro artículo referido a las relaciones entre judíos y cristianos y, desde luego, la influencia que “Nostra Aetate” ha tenido en ambos pueblos desde su conocimiento público desde el Vaticano, el 29 de octubre de 1965, hace exactamente, cuarenta y nueva años atrás.

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