Fuente: Medium
Una de las cosas que más le gustaban a papá sobre las festividades judías eran los aprendizajes que les dejaban para su vida diaria.
Cuando un rabino iba a Paysandú papá le pedía que contara cuentos, que compartiera historias, que regalara alguna anécdota, que tradujera lo espiritual en algo concreto.
En honor a él, quiero a compartir algunas pocas ideas. En un idioma lo más terrenal posible, como a él le hubiese gustado.
Pesaj es la fiesta de la libertad y de la humildad. Es la fiesta en que se invita a comer a los hambrientos y que se reflexiona sobre lo que nos esclaviza, o evita que alcancemos nuestro máximo potencial. No encuentro una fiesta que lo pueda describir de una mejor manera.
Cuando alguien tocaba la puerta de casa para pedir comida o para vender algo, un yuyo, leña, mermelada o cualquier otra cosa, él era quien se hacía cargo de la situación. A veces, nos intentaba hacer creer que le había dicho que se vayan, sin darles ni comprarles nada. Pero yo me daba cuenta, que en los bolsillos escondidas, llevaba un par de frutas. A otros les hacía barrer el frente de la casa, a cambio de dinero. No porque el jardín estuviera sucio, o hubiera hojas secas, sé que lo hacía para que estas personas se sientan valoradas, importantes, y sobre todo, que habían hecho algo útil, que habían trabajado.
Papá no quería que ni siquiera nosotros, sus hijos y esposa, supiéramos que ayudaba a tanta, tanta gente. Humildad y grandeza, en su máxima expresión.
El viejo era un apasionado de la actitud. Creía que con la actitud correcta podíamos alcanzar cualquier cosa. De eso se trata Pesaj, nos recuerda que somos libres y dueños de nuestro destino. Solamente hay que saber qué queremos alcanzar y salir a buscarlo, siendo proactivos, apasionados e intentando aprender en cada paso.
Papá tenía un sobrenombre diferente para cada uno. ¿Por qué? Alguien dijo que de esta manera nos hacía sentir importantes. Únicos. A mi me decía torito. A nuestra perra Lola le decía Jazmín. A Guille, mi hermano mediano, Pollo, y así con todos. Absolutamente con todos.
En Pesaj, mucho más importante que las respuestas son las preguntas. Los protagonistas de la noche son los que menos saben, los más chiquitos. Somos tan fuertes como el eslabón más débil de la cadena. Así de importante papá hacía sentir a cada persona que tenía cerca.
No le gustaba sonreír para las fotos. A papá le gustaba reír de verdad. Siempre tenía un chiste guardado o una reacción oportuna, que rompían el hielo transformando a desconocidos en conocidos, a conocidos en amigos y a amigos en familia. Papá tenía la constante capacidad de alegrarle el día a los que se cruzaban en su camino. Las copas de vino que tomamos hoy tienen muchos significados, ¿el mio? Transformar esta noche en una aún más alegre.
Pero la característica más destacada de papá, era definitivamente su insistentes ganas de mantener a la familia bien cerquita. Imagino que en la mesa hoy, habrá más gente que lugares disponibles. Estoy casi seguro que al comer, se chocarán los codos, se confundirán las copas y cubiertos y quedará alguna mancha en el mantel causada por la cantidad de gente por metro cuadrado.
Pero nada importa, porque lo más lindo de la cena, es que la familia y los amigos están cerca, potenciándose para que siga creciendo y esta tradición increíble siga viajando en el tiempo. Lo más lindo de esta noche es la cantidad de hermanos que están sentados juntos.
Hine ma tov umanaim shevet ajim gam iajad.