Llegué a Israel en enero del 2009 con el objetivo de estudiar en el Centro Internacional de Yad Vashem en Jerusalem. Gran expectativa, y la entera seguridad que me encontraría en el más prestigioso sitio en el mundo para el estudio de la Shoá y de los mecanismos educativos para transmitirlo.

También quería conocer el país y su gente, ver con mis propios ojos lo que tantos me habían contado y de lo que tant se habla en la prensa. Quise indagar cuanta «verdad» podría existir en los relatos que amigos y desconocidos formulaban sobre una realidad controversial y sin duda compleja, o mejor dicho quería construir mi propio «criterio» sobre un país del cual siempre escuché hablar.
Mi estadía coincidió con la incursión de las Fuerzas de Defensa de Israel en la Franja de Gaza. Nuevamente un país en guerra, pero me costó darme cuenta de que lo estaba. La música en las calles, la amabilidad de su gente y la aparente tranquilidad no era lo que imaginaba de una guerra. ¿Acaso el pueblo judío se había acostumbrado al horror de la guerra? Imposible habituarse, pero lo procesaban diferente a lo previsto.
Fue cuando la firma de la tregua que descubrí el significado de la guerra en las caras del pueblo judío en Israel. En esa noche la alegría fue diferente y las sonrisas transformaron los rostros. Recuerdo ver gente cenando en la vereda e invitando a los soldados que se desmovilizaban. La necesidad de la paz se adueñó de todo el espacio.
Descubrí un país discutidor con un alto nivel educativo y con cabezas críticas para aprender. Sin duda estaba en un Estado democrático y en libertad, pero cercado por la guerra.
Volví a finales de 2012 por un mes, nuevamente a estudiar en Yad Vashem pero en esa segunda oportunidad con tantos nuevos/viejos amigos que pude recorrer y redescubrir nuevos lugares y conocer nuevos rostros. Era necesaria una segunda instancia para profundizar.
Viví unos días en el Kibutz de Nora y Mat en la Galilea; pasé fin de año (cristiano) con la familia Jerozolimski en pleno en un restorán cercano a la ciudad vieja de Jerusalem. No éramos los únicos festejando la llegada del nuevo año 2013; me reencontré con Eduardo Zalovich mi viejo compañero del IPA; salí a comer y pasear con Raquel y Luis Marcovich; tuve largas charlas con Ana; me reencontré con Andy y Johanna Asaravicius a quienes vi nacer en Montevideo; volví a caminar por la historia milenaria de la ciudad vieja, y viví y sentí el Kotel (Muro de los Lamentos) y el Santo Sepulcro.
Defiendo al EStado de Israel y al derecho del pueblo judío a decidir su propio destino en la tierra de sus ancestros, y lucho por la Paz, la escrita con mayúscula para todos y con todos. Festejemos el próximo aniversario 70 del Estado de Israel con la felicidad de la paz y convivencia democrática. Estoy seguro de que así será. Luchemos juntos, luchemos todos.

Oscar Destouet
Montevideo, abril de 2017.