Por Isaac Gliksberg. Semanario Hebreo. 3 de Enero de 2013.
Al recibir la triste noticia del fallecimiento del Sr. Jacobo Turim, Presidente del Centro Recordatorio del Holocausto, pensamos que una digna forma de honrar su memoria, sería reproducir una “Postal” que escribió sobre él nuestro colaborador Isac Gliksberg, y que publicamos en estas páginas el 22 de abril del 2010.
JACOBO TURIM: UN SOBREVIVIENTE DE LA SHOA QUE DEDICA SU VIDA A “NO OLVIDAR” AQUELLA TRAGEDIA
Antes de comenzar nuestra entrevista periodística con el sobreviviente del Holocausto Jacobo Turim, nuestro entrevistado tuvo la amabilidad de invitarnos a conocer su lugar preferido dentro de su apartamento residencial de Pocitos, su biblioteca y lugar de lectura y escritura.
Con orgullo indisimulado nos exhibió algunos de sus libros más importantes, entre los que pudimos observar una colección de varios tomos del “Talmud Babilónico” en idioma hebreo y otros valiosos ejemplares de textos litúrgicos y de estudio judíos, entre muchos ejemplares de literatura en general.
Lo que sigue es lo que Turim nos relató sobre su vida antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial, a la cual milagrosamente sobrevivió, como asimismo, sobre su vida en el Interior del Uruguay y en Montevideo, en una amable y agradable extensa conversación con él, contando con la presencia de uno de sus nietos, que nos acompañó durante la entrevista.
—“Yo estaba viviendo en la ciudad de Melo, capital del Departamento de Cerro Largo, y sentía una gran preocupación por la educación judía para mis hijos. La “Kehilá” hizo entonces un Encuentro para los que vivíamos en el Interior del país con el fin de ver cómo se resolvía ese problema para la gente que vivía fuera de Montevideo. Yo me trasladé desde Melo especialmente para asistir al evento y proponer que yo pagaba el sueldo de un maestro viajero pero, lamentablemente, eso no se pudo concretar.”
—“Pero, a partir de ahí, el “SEMANARIO HEBREO” comenzó a llegar a Melo, a mi hogar, semana a semana, en forma gratuita. Tengo que decir que, gracias a ese gesto de José Jerozolimski Z”L, a quien siempre le quedé agradecido, yo pude estar comunicado con el “ishuv” (“Comunidad”) y, desde entonces, y hasta el día de hoy, nunca dejé de comprarlo.”
—“Mi padre se llamó Jaime Turim y mi madre Bela Rosenblit. Mi padre era un comerciante y viajaba a las Ferias para vender su mercadería y “sudaba” muchísimo para que el viernes de noche la familia esté bien. Mi familia paterna era muy religiosa. Una hermana falleció cuando era una niña y quedamos yo y dos hermanos más.”
—“El “shtetl” (“villorrio”) Lizensk, en Polonia, donde yo nací el 21 de marzo de 1920 contaba con unas 500 familias judías, no más, pero la importancia de ese “shtetl” y que lo hizo famoso en todo el mundo jasídico, particularmente en el día 21 del mes de Adar, que es el mes en que se festeja Purim, era que ese día era el aniversario del Rabino jasídico Elimelej, porque ese famoso Rebe estaba enterrado en nuestro “shtetl” y venían, con boletos de tren rebajados en su precio en ese día exclusivamente, desde distintas partes de Europa y de Polonia, claro está.”
—“Como todo niño judío fui al “jeider” primero a los tres años de edad. Me llevaban mis padres allí. Recuerdo que era muy penoso para mí, porque estudiábamos el “alef –bait” (“abecedario”) media hora y el resto del día sentados sin hacer nada. Después seguí estudiando en una “Talmud Torá” y por último, a una “Yeshivá” en la ciudad de donde era mi padre,Bilgorai. Los estudios en la Yeshivá eran por semestres. Yo estuve tres semestres en esta Yeshivá”, hasta que pasé a otra que estudios superiores a la anterior y, antes de comenzar la guerra, estuve estudiando en mi casa en forma autodidacta y trataba, simultáneamente, de ganar algún dinero. Vendía una mercadería entre los feriantes del “shtetl”. Lo que más recuerdo del “shtetl” es el bosquecito, porque decían que allí, el famoso Rebe, estaba estudiando la “Kabalá”. Era, el nuestro, un pueblito de gente muy buena.”
—“En 1938 ya todos sabíamos que podía estallar la guerra pero, cuando realmente ocurrió, no lo supimos de inmediato, porque antes de eso estábamos todos muy preocupados, muy nerviosos porque sabíamos de las provocaciones de Hitler y la expulsión de los judíos polacos de Alemania hacia la frontera con Polonia. Los alemanes expulsaban a los judíos polacos y Polonia no los dejaba ingresar a su territorio. Esos judíos polacos estaban a la deriva y ya nosotros imaginábamos lo que podría ocurrir. En el primer momento en mi “shtetl” no pasó nada, y no sabíamos tampoco hacia donde ir. Generalmente, en nuestros pequeños villorrios, había emigrantes que iban a Estados U. de América. Yo supe de Argentina mucho más tarde, por las novelas de Sholem Asch. No sabíamos nada de América del Sur y no teníamos dinero para viajar.”
—“El 1º. de setiembre de 1939, cuando estalló la guerra, los aviones nazis bombardearon la estación de ferrocarril de nuestro pueblito y oímos que en Bilgorai, el pueblo de mi padre, no pasaba nada, entonces, mi hermana, cinco años menor que yo, y yo, nos fuimos para allí para no oir el bombardeo. Mi padre y un hermano quedó en mi pueblito. Cuando llegamos a Bilgorai, los alemanes quemaron todo el pueblo. Todo el shtetl se fue con el fuego y la gente se aglomeró junto al Río. Quemaron incluso las sinagogas. En una ocasión, en que estalló una bomba en la casa de al lado de donde yo estaba en ese momento, y todo el cielo y el pueblito se oscureció, yo salvé milagrosamente mi vida, junto a otros que estaban conmigo.”
“Cuando los nazis ocuparon Bilgorai, y comenzaron a maltratar y ofender a los judíos, vimos como a mi tío le cortaban la mitad de su barba, mi hermana y yo nos fuimos de ahí hacia nuestro hogar caminando sesenta kilómetros. Llegamos a casa en vísperas de Sucot pero nadie estaba para festejar. Mi padre estaba escondido porque ya empezaban los nazis a llevarse a los judíos para trabajar como esclavos. A los dos días de nuestro retorno nos juntaron a todos los judíos en la plaza central y nos dijeron que llevemos con nosotros lo que cada uno puede llevar sobre su hombro y nada más. Nos juntaron y llevaron a cinco kilómetros de nuestro pueblo, junto al Rio grande que allí había y nos echaron de nuestro pueblo para estar en territorio ruso. Tuvimos suerte porque los rusos aún no habían llegado allí y poco a poco, llegamos a Lvov (Lemberg, en idish). Allí conseguimos una casa donde dormir y luego decidimos toda la familia ir a territorio ruso más profundo.
Así llegamos a un pueblito a varias decenas de kilómetros de Lvov, alquilamos una casa y nos mudamos. Allí nos asentamos y trabajamos, en el comercio, Yo vendía cigarrillos y mi padre pan y manteca. Esto fue en 1940.”
“Los rusos nos ofrecieron ciudadanía rusa para todos los refugiados. Una noche, nos despertaron a todos y nos llevaron como ganado en tren, con destino a Siberia. Viajamos durante un mes hasta llegar a destino. Toda la guerra la pasamos en Sverdlowski Oblast, en los Urales, con fríos de 40 y 45 grados bajo cero y trabajamos todo el tiempo en los bosques cortando árboles. De Siberia salimos en 1945, al terminar la guerra. Nos fuimos al Suroeste de Rusia, allí había muchos refugiados que morían por las epidemias, y como Polonia hizo un tratado con Rusia para que los ciudadanos polacos fueran repatriados a Polonia en 1945-46, volvimos a Polonia. Nos llevaron a un territorio alemán que pertenecía entonces a Polonia, traspusimos luego la frontera y llegamos a Praga, de Praga nos llevaron en tren a Austria, a Salzburgo y de allí a un campo de refugiados en Alemania.Esto fue en 1946-47. Allí vivimos en carpas durante dos años hasta que el “JOINT” nos sacó. De Alemania pasamos a Francia, donde nos adoptó el “IAS” y de allí, salimos en 1950, donde en mayo de ese año llegamos Montevideo, un mes antes del mundial. Nos gustó Uruguay porque al llegar se festejó el triunfo mundial en fútbol en Brasil y nosotros pensábamos que era un pueblo de grandes festejos a lo loco… Aquí me casé con una joven que conocí en Francia, Rosa Fessel Hofstater.”
—“Luego vinieron las peripecias para subsistir, que todos los inmigrantes vivieron, hasta que decidí, por motivos económicos, irme a Melo a vender en 1955. Llegué sin ningún dinero y, con los años, fui propietario del comercio más grande e importante de Melo, llegué a tener hasta 40 empleados, luego compré terrenos que vendí definitivamente hace quince años y no me puedo quejar, me fue bien económicamente pero a costa de muchísimo esfuerzo y muchísimo sacrificio y trabajo. Allí me quedé hasta 1968.”
—“Cuando volví a Montevideo con mi familia, un día fui a visitar al Centro de los Sobrevivientes de la Shoá. Me ofrecieron la Vice-Presidencia al segundo día pero, al fallecer el Presidente, me nombran a mí para sustituirlo. En realidad, prácticamente me obligaron a aceptar la Presidencia. Esto fue en 1990 y lo sigo siendo hasta el presente.”
—“Trabajamos mucho junto a todos los integrantes de nuestro Centro y enumerar todo lo que hicimos, particularmente junto a Rita Vinocur, y de lo cual me siento muy orgulloso, llevaría mucho espacio y sería para otra nota. Pero quiero particularmente destacar el “Museo del Holocausto” en Montevideo, al cual vienen a visitarlo todos los años, durante todo el año, no sólo alumnos y Maestros y Profesores de institutos de enseñanza judía, sino también, de enseñanza nacional no judía y visitantes en general. Pero enumerar todos nuestros proyectos, elogiados desde Jerusalem por “Yad Vashem”, repito, llevaría mucho espacio.”
—“Hoy en día hay que tomar muy en serio lo de Irán. A Hitler tampoco lo tomaron como algo que podría ocurrir y decían que era un loco y, hoy, todos sabemos como terminó eso. Irán no es un chiste, y tampoco lo es Chavez. Son muy peligrosos…”
—“Tengo 90 años de edad. Tuve tres hijas; Esther, Elena y Perla. La primera falleció muy joven. Y tengo seis nietos: Alejandro, Ari, Verónica, Andrés, David y Daniel.”