Escultura de Ana Frank, por Rubens Fernández Tudurí

Escultura de Ana Frank, por Rubens Fernández Tudurí
10 febrero, 2015 administrador

Por Sonia Bandrymer (por invitación del Min. de Educación y Cultura, Dr. Ricardo Ehrlich). Publicado en Semanario Hebreo el 29 de enero de 2015.

Obra de Rubens Fernández Tudurí, 1965. Artista uruguayo (1920 – 1993)

La escultura Ana Frank, del uruguayo Rubens Fernández Tudurí, es una pieza única en la historia de las representaciones plásticas de esta víctima adolescente del Holocausto.

Su famoso diario íntimo, publicado en más de setenta idiomas, es uno de los diez libros más leídos del mundo y está inscripto en el Registro de Unesco, Memorias del Mundo, en calidad de patrimonio documental mundial. Desde su publicación inicial en 1947, el diario, ha sido acompañado por una fotografía de Ana Frank, feliz y adolescente, cursando el Liceo en Ámsterdam, a los trece años de edad. El tercer elemento de difusión junto al libro y la imagen fotográfica, ha sido la cita textual del siguiente párrafo de su diario: «Asombra que yo no haya abandonado aún todas mis esperanzas, puesto que parecen absurdas e irrealizables. Sin embargo, me aferro a ellas, a pesar de todo, porque sigo creyendo en la bondad innata del hombre.»

En una primera instancia, durante la posguerra fue positivo para las víctimas haber sido humanizadas con un rostro, un nombre y una vida. Para la Europa destruida por la Segunda Guerra Mundial, la frase “…a pesar de todo…sigo creyendo en la bondad innata del hombre”, instalaba una especie de punto final a un pasado reciente que se deseaba olvidar. El valor de la representación de Fernández Tudurí, ejecutada en 1965, radica en haberse rebelado categóricamente ante la popular imagen de circulación masiva, impidiéndonos aliviar nuestra conciencia humanitaria. Su Ana Frank acusa los últimos días de vida de una joven sentenciada a morir de inanición y falta de salubridad. La extrema delgadez de su figura alcanza dos cometidos esenciales; uno estético (ya que el modelado con predominio de la línea consigue relaciones espaciales logradas) y otro vinculado al dilema de la representación del Holocausto.

Quienes aprecien esta escultura, se convertirán en los testigos que Ana Frank no tuvo en el malogrado e injusto final de sus días. Murió de tifus en marzo de 1945, pocos días antes de la liberación del Campo de Bergen-Belsen.

Ana Frank escribía el 20 de junio de 1942: “El terror reina en la ciudad. Noche y día, transportes incesantes de esa pobre gente, provista tan sólo de una bolsa al hombro y de un poco de dinero. Estos últimos bienes les son quitados en el trayecto, según dicen. Se separa a las familias, agrupando a hombres, mujeres y niños. Los niños al volver de la escuela, ya no encuentran a sus padres. Las mujeres, al volver del mercado, hallan sus puertas selladas y notan que sus familias han desaparecido. También les toca a los cristianos holandeses: sus hijos son enviados obligatoriamente a Alemania. Todo el mundo tiene miedo. Centenares de aviones vuelan sobre Holanda para bombardear y dejan en ruinas las ciudades alemanas; y a cada hora, centenares de hombres caen en Rusia y en África del Norte. Nadie está al abrigo, el globo entero se halla en guerra, y aunque los aliados ganen la guerra, todavía no se ve el final.”

Cuando una joven adolescente percibe de esa forma el mundo real, no han sido solo personas físicas las que han sufrido el exterminio, sino también la misma idea de humanidad. Rubens Fernández Tudurí, contemporáneo de Ana Frank, convoca a no anestesiar nuestra memoria.

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