De Pesaj a Iom Hashoa

De Pesaj a Iom Hashoa
2 mayo, 2016 administrador

Por Lic. Rafael (Rufo) Winter. Publicado en Semanario Hebreo el 28 de Abril de 2016.

En el calendario hebreo, la conmemoración inmediatamen­te posterior a Pesaj es la de Iom Hashoa, para el pueblo judío la fecha más trágica de todas, la que no se puede comparar absolutamente con nada de lo que ante­riormente le pasó. Con nada.

Pesaj y Iom Hashoa.

Si tomamos literalmente los fragmentos de la Torá, ya en She­mot (Exodo) se nos “informa” que, el faraón de Egipto, luego de esclavizar a los hebreos ha­bría decretado algo así como un genocidio parcial: “echen al río a todos los niños hebreos varones que nazcan…” (Shemot 1:21)

Habría sido el primer intento de genocidio que registran las páginas de la Biblia.

El segundo intento lo registra el relato de Purim. De acuerdo al mismo, Haman el malvado, ex­presa “no conviene a su majestad que este pueblo (los hebreos) siga viviendo en su reino. Por lo tanto… publíquese un decreto que ordene su exterminio…” (Ester: 3: 8-9).

El intento falló, Ester y Morde­jai mediante.

(y entre el faraón y Hamán, Amalek…más allá de que los re­latos bíblicos, del punto de vista histórico debemos tomarlos con cautela)

Pero casi 2500 años después de Haman hubo un nuevo inten­to de genocidio contra el pueblo judío.

Este, desgraciadamente, sí se llevó a cabo y se convirtió en Ho­locausto, término por todos cono­cido pero que no es, no puede ser capaz de describir -ninguna pala­bra lo es- el horror del cual el pue­blo judío fue su víctima principal.

Los antiguos sabios de nues­tro pueblo vaya si ya eran cons­cientes, incluso muchos de ellos contemporáneos, de las persecu­ciones contra nuestro pueblo y por eso incluyen en este pequeño gran libro que es la Hagadá de Pesaj este fragmento (traducción del clásico Vehi Sheamda):

“… no fue solo un enemigo el que se alzó contra nosotros para aniquilarnos sino que en todas las generaciones se levantan con­tra nosotros hombres con el in­tento de exterminarnos. Pero el Santo, bendito sea, nos libra de sus manos”.

“En todas las generaciones se levantan contra nosotros hom­bres con el intento de extermi­narnos…”. Considero que la frase no parece, en términos generales, exagerada.

Buena parte de la historia lo puede, en mayor o menor medida y dependiendo de tal o cual época y lugar, ratificar y corroborar.

Sin intención de abrir polémi­ca aquí sobre “dónde estuvo D”os durante la Shoá”, la última parte del antes citado fragmento de la Hagada-el Santo Bendito sea nos libra de sus manos- es a mi juicio por lo menos discutible.

Seis millones de judíos “testi­monian” lo contrario. Los már­tires judíos anteriores y posterio­res también. Para todos ellos no hubo salvación.

El D”os que nos sacó de Egipto con “mano fuerte y brazo exten­dido” no nos sacó de Auschwitz. La responsabilidad fue sin duda del hombre (¿dónde estuvo el hombre?) pero en este caso la “mano” de D”os se cerró: el brazo no se extendió. No hubo ni brazo extendido ni mano fuerte que lle­gara del cielo.

De la salida de Egipto podemos hablar de “Zejer”. De la Shoá ha­blamos de “Izkor”. Los dos térmi­nos aluden a “recordar” pero con connotaciones muy distintas.

Lo que le ocurrió al pueblo judío durante la Shoá fue perpe­trado por el nazismo, sus colabo­radores y facilitado por la indife­rencia de buena parte del mundo. Pero para que la Shoá pudiese perpetrarse tuvieron que trans­currir muchos siglos de antisemi­tismo, siglos de discriminación y de odio durante los cuales se fue preparando el terreno.

Enseñanza del desprecio.

Aislamiento, degradación, humillaciones, demonización, distintivo infamante, falsas acu­saciones, mitos, quema de textos sagrados judíos, persecuciones, expulsiones, bautismo forzoso, muertes en la hoguera, masacres, una hostilidad que va creciendo, especialmente a partir de cierta etapa de la Edad Media con base fuertemente religiosa.

Varios de estos horrores, pues, no fueron “inventados” por los nazis.

Lo que sí hicieron los nazis fue llevarlo al peor extremo posible, lo que concluirá con la-sin prece­dentes- “Solución Final”.

El término “antisemitismo” es, históricamente hablando, relati­vamente nuevo.

Pero el “fenómeno” del antise­mitismo (en el sentido de antiju­daismo, que de eso se trata y no le busquemos otra vuelta) se fue trasmitiendo de una generación a otra, especialmente en los últi­mos dos milenios. Por sobre todo en Europa.

El antisemitismo pasó a ser ya desde épocas muy remotas un in­grediente nada despreciable

en las sociedades europeas, en algunas más que en otras. Será en Europa donde, como “lógico corolario” de todo lo anterior la gota desbordó el vaso y la Shoá se materializó.

Antisemitismo religioso; “polí­tico”; social; económico. Y final­mente el más letal: el racial.

De los anteriores podía haber algún tipo de escapatoria: del ra­cial no lo habría durante los años de la Shoá.

Siglos de antisemitismo, casi milenios, fueron preparando este desastre que probablemente no se hubiese producido si un montón de circunstancias derivadas de la Primera Guerra Mundial y otras no hubiesen coincidido como coincidieron: pero tampoco se habría producido si el terreno no hubiese estado preparado.

Y el terreno estaba preparado.

Después llegaron los nazis…

Esa enfermedad de los pueblos llamada antisemitismo se ha di­fundido demasiado tiempo.

La diáspora, la condición de minoría de los judíos, su sana in­sistencia en la defensa de determi­nados valores éticos contrarios a muchos, su “obstinación”-legítima por otra parte-por aferrarse a sus tradiciones y costumbres y man­tenerse “diferentes” y, quizás como consecuencia su condición de chi­vo expiatorio, hicieron el resto.

Justo es decir: el mundo islá­mico, más allá de relaciones más o menos complejas y tensas con los judíos prácticamente desde Mahoma, estuvo-salvo excepcio­nes- ajeno a todo lo que tiene que ver con la Shoá y con su contexto cercano y lejano. La Shoá fue una

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