A 60 años del comienzo del juicio a Eichmann, el testimonio de quien lo investigó en Jerusalem
Por Ana Jerozolimski, publicado en Semanario Hebreo el 16 de abril de 2021
Foto: Mijael Gilad, gentileza de Semanario Hebreo
Mijael Gilad (Goldman), sobreviviente de Auschwitz, fue uno de los pocos que presenciaron los últimos momentos de Adolf Eichmann, el encargado de la así llamada «Solución final», decidida a exterminar a los judíos de Europa. Este domingo 11 de abril se cumplieron 60 años desde el comienzo del juicio en Jerusalem. Quien se había refugiado en Argentina bajo la identidad falsa de Ricardo Klement y fue capturado el 11 de mayo de 1960 en Buenos Aires por el Mossad tras ser identificado como el gran criminal de guerra, fue colocado en una situación en la que tuvo que responder ante la Justicia del Estado Judío. En 1962, murió en la horca. Nuestro entrevistado, Mijael Gilad (se pronuncia Guilad), originalmente Goldman, estuvo presente. Fue él quien esparció luego sus cenizas en el Mediterráneo, en las aguas de Iafo-Tel Aviv.
Gilad se desempeñó como el principal investigador de Eichmann y asesor especial del fiscal Gideón Hausner durante el juicio al lugarteniente de Hitler. Sobre sus hombros sentía una responsabilidad histórica en nombre del pueblo judío. Y en su memoria cargaba con sus propios recuerdos.
Este es parte de su testimonio..que comparte con firmeza, con conocimiento de causa y cada tanto, con lágrimas en los ojos.
P: ¿Cuál fue, a su criterio, la importancia del juicio a Adolf Eichmann?
R: El juicio fue un evento sumamente importante en la historia de mi vida, aunque cuando fui incorporado al equipo de trabajo no imaginé que con el correr de los años sería cada vez más actual y que se convertiría en algo comentado no sólo en Israel sino en todo el mundo. El juicio a Eichmann en Jerusalem se convirtió en el juicio de Nüremberg del pueblo judío. Recordemos que en los juicios de Nürenberg si bien se mencionó la aniquilación de los judíos de Europa, ese no era el tema más importante mencionado, aunque sí apareció en más detalle que lo que los nazis hicieron a otros pueblos de Europa, quizás con la excepción de los gitanos.
El juicio a Eichmann fue el proceso a través del cual el mundo entero se enteró en detalle de lo que había sucedido. Pero más que nada, fue el medio por el cual los jóvenes israelíes de entonces, aquellos que vivían en ese momento en Israel y que habían nacido después de la Shoá, tomaron contacto directo con el Holocausto. Creo que esa es la importancia central.
El desafío de un juicio histórico
P: Usted no era un oficial más en el equipo; sobrevivió el Holocausto y pasó mucho junto a su familia durante la Shoá. ¿Se mezclaba esa vivencia personal con la conciencia y casi diría la responsabilidad que tenía sobre sus hombros a nivel nacional?
R: Indudablemente. Era sin duda algo fuera de lo común. Sentíamos que estábamos haciendo algo quizás sin igual en la historia. No pensábamos que nunca más en el futuro lograríamos capturar a un criminal de guerra de la talla de Adolf Eichmann. Cuando comenzamos a investigar, quedamos estupefactos al comprobar la envergadura del material.
P: Y eso que usted estaba a cargo de solamente una de las siete partes del material de investigación…
R: Así es. Era, en realidad, la parte más grande. Se refería al asesinato de los judíos en Polonia, en los países bálticos, en los territorios ocupados por los nazis en la Unión Soviética y en los campos de exterminio. Recordemos, por ejemplo, que los judíos de Francia, Bélgica y Holanda fueron enviados a los campos de exterminio en trenes que llegaban a Polonia. O sea que el asesinato en masa, lo peor, la matanza cruel misma, fue en esos territorios: Polonia, Ucrania, Lituania, Estonia, en la zona del Gobernador General… y todo eso estaba bajo mi jurisdicción. Tenía que juntar las pruebas sobre la envergadura de los asesinatos en lo relevante a Eichmann, pero no sólo en lo estrictamente relacionado a él.
P: ¿A qué se refiere?
R: Por ejemplo, juntamos material sobre el Gueto de Varsovia. Eichmann no tenía a su cargo el gueto pero sí era responsable por la situación que existía en él debido a que todas las expulsiones de judíos de afuera hacia el gueto, que incidían directamente sobre la vida en el lugar, sí eran obra suya. Y la cantidad de gente que había influía en el hambre o en las enfermedades. También en las deportaciones desde el Gueto de Varsovia hacia los campamentos de exterminio. Al juntar el material sobre él, no podíamos limitarnos a sus acciones directas sino que debíamos dedicarnos también a temas en los cuales él había sido uno de los factores determinantes. La dimensión del material era impresionante.
“Cumplía órdenes”
P: Supongo que inclusive para usted, que pasó la Shoá, haber entrado en todos los detalles de cómo una persona es capaz de hacer lo que Eichmann hizo, habrá sido un desafío poco común. Esto no era una simple investigación de asesinato…
R: Así es… Por ejemplo, no teníamos que demostrar que una carta determinada que recibimos de un archivo, firmada por él, llevaba realmente su firma. Él confirmó que era su firma. Pero dijo que le habían ordenado firmarla.
P: Siempre decía que había cumplido órdenes…
R: Por supuesto. Esquivaba la responsabilidad directa. Él no podía, por ejemplo, desmentir que cuando estaba en Hungría tenía a su cargo el transporte de 450.000 judíos a Auschwitz, ya que era el responsable, junto a los húngaros, de la unidad que se encargaba de eso. Ello significa que toda la investigación era diferente de algo común y corriente.
Una disciplina estricta en el trato a Eichmann
P: Y todo dentro de parámetros e instrucciones muy claras acerca de cómo usted y sus colegas en la investigación debían comportarse con Eichmann…
R: Así es. Las instrucciones eran sumamente estrictas respecto a cómo hablarle, cómo actuar con él, para que luego, en el juicio, no tenga elemento alguno para alegar que lo presionaron. Quien estaba siempre con Eichmann, un amigo personal mío, el Capitán Avner Less, era nacido en Berlín. No era en realidad un oficial de Investigación, sino más que nada de Inteligencia. Él le hacía preguntas todos los días, Eichmann respondía y todo quedaba grabado; luego lo transcribían; al día siguiente le mostraban el protocolo; él podía leer todo, corregir y hasta borrar y agregar, y finalmente firmar. O sea que el trato que recibió fue más que correcto. Se lo trató con la delicadeza con que se trata a un huevo para que no se rompa.
P: Demasiado delicadamente… entiendo que esa es su opinión…
R: Sí; demasiado. Además Avner Less no lo investigaba en profundidad, sino que se quedaba con sus respuestas. Yo considero que aún en el marco de las instrucciones existentes, se podía haber hecho otras cosas. O sea, sin necesidad de decirle que miente y que está engañando, se le podía decir que lo que está diciendo ahora, contradice lo que está escrito en tal y tal documento suyo. Se podía haber sido más estricto sin violar el marco de instrucciones. No se hizo. Creo que en gran medida, eso se debió a que el investigador mismo era demasiado caballero.
Frente a frente con un criminal
P: Usted también lo interrogó personalmente ¿verdad?
R: Sí; me reuní con él varias veces, cuando necesitaba detalles concretos sobre algo determinado, más allá de lo que había dicho sobre un tema particular.
P: ¿Qué sintió la primera vez que lo tuvo frente a usted?
R: Yo no conocí el nombre de Eichmann durante la Shoá. Pero cuando vi por primera vez su foto con el uniforme de la SS, tuve presente que él era el quinto en la jerarquía nazi, después de Hitler. Su cargo oficial era jefe del Departamento de Asuntos Judíos, que tenía a su cargo la «Solución final del problema judío» en Europa, o sea su exterminio físico. Aunque su rango de Teniente Coronel en la SS no era el más alto, había generales en la SS que le temían. Él, de hecho, era el que decidía todo en lo relacionado a los judíos que se encontraban en los territorios controlados por los nazis o vinculados con Alemania nazi.
Y volviendo a la pregunta original. Cuando lo vi personalmente por primera vez vi frente a mí una criatura humana; era una persona, un monstruo, pero una persona al fin con aspecto de desgraciado, como consumido, disciplinado, que no osaba ni sentarse si uno no le había dicho antes que puede hacerlo, diciendo para cada cosa «a sus órdenes».
Y yo me preguntaba: Dios mío ¿este es el hombre que me mandó a Auschwitz? ¿Este es el hombre que mandó a mis padres al campamento de exterminio en Belzetz? ¿Este es el hombre que se oponía a las selecciones en Auschwitz?
P: ¿Qué significa que se oponía a las «selecciones»?
R: Él visitaba Auscwhitz cada tanto. Rudolf Hess, no el vice de Hitler sino otro, el comandante de Auschwitz, atestiguó en el juicio que se le hizo en Polonia (tras el cual fue llevado a la horca dentro de Auschwitz, y la horca se ve allí también hoy), que en 1943, en una de esas visitas al campo, Eichmann le preguntó por qué hacía «selektzia». «Yo le mando a la gente para que usted ejecute el plan, pero usted selecciona. ¿Para qué introduce gente en el campo? Alguno puede luego quedar vivo y vengarse de nosotros», le dijo Eichmann, según contó Hess.
P: Usted mismo pasó una «selektzia»…
R: Es verdad. Yo pasé la «selektzia», quedé con vida y no digo que me vengué de Eichmann, pero sí estuve frente a él cuando lo colgaron.
No hay venganza posible
P: ¿Dónde está la venganza en el léxico de los sobrevivientes?
R: Yo no creo que el concepto de «venganza» exista siquiera en algo de la envergadura de la Shoá. No existe la venganza. No hay venganza para los seis millones. Cuando estuve frente a Eichmann, a un metro de él, él ya debajo de la horca, con la soga al cuello, y cuando dos policías apretaron dos botones , el piso se abrió debajo de sus pies y él cayó, no tuve ningún sentimiento de venganza. No existe la venganza.
P: ¿Qué le pasaba por la mente en esos momentos, cuando Eichmann ya estaba en la horca?
R: Recuerdo que allí, junto a la horca, había también un sacerdote, el Reverendo Hall. Él le decía a Eichmann todo el tiempo que diga Jesús, que diga Jesús. Pero Eichmann había rehusado confesarse con él. Y cuando, antes de morir, dijo «Viva Alemania, Viva Argentina, Viva Austria», agregó: «Yo creía en Dios y muero con mi fe en Dios». Y yo pensé: Dios mío, este asesino en masa ¿en qué dios creía? ¿cuál era su dios? En determinado momento, pensé preguntárselo, pero la disciplina era estricta, y no abrí la boca.
P: Una pregunta que quedó sin respuesta… ¿Quién era su dios? Y usted presenció esos últimos momentos…
R: Sí; allí estaba yo. Eichmann fue colgado unos minutos pasada la medianoche entre el 30 de mayo y el 1º de junio de 1962. Era una noche oscura, con niebla. Cuando la guardia policial bajó su cuerpo en una camilla al patio de la cárcel para llevarlo a incineración, íbamos junto a la cerca, alumbrando el camino con linternas. Mientras caminaba, en un momento pensé: «Como en Auschwitz». Pero luego me dije: No mi Auschwitz, sino el de él. Recuerdo claramente esa asociación. Pero no sé si puedo decir que fue una satisfacción. Él asesinó a millones. No se lo podía colgar seis millones de veces. Él recibió su castigo; lo que se podía dar como castigo a un ser humano por haber cometido genocidio. ¿Pero qué satisfacción se podía sentir por haber logrado traer a Israel, en todos esos años, a un solo criminal nazi para ser juzgado y recibir su castigo?
P: Finalmente se trajo a Eichmann, secuestrado en Buenos Aires, donde vivía bajo una identidad falsa. Argentina, por supuesto, protestó oficialmente. ¿Cree que extraoficialmente podía entender el porqué?
R: No. Si hubieran descubierto a Eichmann y hubieran pedido a Argentina su extradición, en ese momento los argentinos se habrían negado. Creo que inclusive le habrían permitido huir de forma que no puedan encontrarlo, exactamente tal cual sucedió con otro oficial de la SS, Joseph Schwamberger – el que me dio los 80 azotes.
Su propia historia de Shoá
P: Recordemos su historia personal… los 80 azotes…
R: No me gusta hablar de eso. Yo fui sólo uno; uno de los pocos que sobrevivieron. No es un tema personal mio. De no ser por la intervención de uno de los testigos en el juicio a Eichmann, nadie se habría enterado de lo que me pasó, y yo me habría mantenido en silencio al respecto hasta el día de hoy.
P: El testigo que lo sacó al aire era un médico de su mismo ghetto…
R: Así es. Pero fue una coincidencia absoluta; increíble. Una mañana, estaba en la oficina del tribunal; el juicio ya había comenzado. Yo vestía, por supuesto, uniforme de oficial de policía. Se me acercó un hombre y me preguntó cuál es la oficina de Gideon Hausner, el fiscal. Le pregunté «¿Para qué necesita usted ver a Gideón Hausner?» y él me respondió: «Me invitaron hoy como testigo al juicio». Por su acento en hebreo, comprendí que ese hombre había llegado de Polonia, por lo cual le pregunté sobre qué tenía que prestar testimonio. Me respondió que sobre el Gueto Przemys. Yo también había estado en ese gueto. Le pregunté cómo se llama y me dijo «Mi nombre es Dr. Buzminsky». Le dije que no recordaba nadie con ese nombre en el Gueto Przemys. Él me dijo entonces que antes, su nombre era Diament. «¿Diament? ¿el dentista?», pregunté. Él respondió que sí y me preguntó cuál es mi nombre. Le dije: Goldman. «¿Goldman? Recuerdo un joven Goldman que recibió 80 azotes, pero luego contaron que había muerto». Y le dije: «No, no murió. Está aquí frente a usted, vivo».
P: Impresionante…
R: Él, al oír esa respuesta, se dio media vuelta de inmediato y corrió a la oficina que le había indicado antes que era la de Hausner. Ni me imaginaba que le contaría a Gideón Hausner sobre mi historia. Más tarde, él comenzó en el juicio su testimonio relatando sobre el gueto. Contó cómo se había salvado de un transporte, cómo lo salvó una mujer polaca, con la que luego se casó. De repente Gideón Hausner le pregunta al médico: «¿Y usted recuerda el caso de un jovencito que recibió 80 azotes?». Yo ya me puse firme, prestando especial atención. El hombre siguió diciendo: «Yo, como médico, determiné claramente que luego de 80 azotes era imposible seguir viviendo. Pero ese joven quedó con vida». Y Hausner le preguntó: «¿Usted ve aquí a ese joven?».
P: Imagino sus nervios…
R: Yo estaba sentado petrificado. La sala estaba repleta de gente. Cuando Hausner hizo esa pregunta, las miradas de todos buscaban entre los presentes. Y el hombre dijo: «Es el oficial de policía que está sentado junto a usted». Hubo un impresionante murmullo de sorpresa. El juez Moshé Landau tuvo que golpear en la mesa con su martillo y yo oía y veía todo, sin moverme. La verdad es que no recuerdo qué sentí en ese momento, pero sí me acuerdo que estaba petrificado.
El juicio y el dolor personal
P En el juicio a Eichmann, usted estaba en misión oficial. Por todo lo que ya contó aquí, está claro que no quería entrar en su historia personal. Pero en su fuero íntimo, seguramente no podía olvidar lo que le había pasado personalmente, lo que su familia vivió…
R: Por supuesto. Había días en los que leyendo los documentos, escuchando los testimonios de los testigos – que revisábamos antes del juicio para decidir si cada uno sería capaz, física y emocionalmente, de estar frente al asesino y contar su historia – sentía que vivía la Shoá nuevamente. Recuerdo especialmente la historia de una mujer, Rivka Yosilevski, que contó que llevaron a toda la aldea a pozos cavados y empezaron a disparar. Ella tenía una niña en brazos. El nazi le preguntó a quién disparar primero y ella no respondió. Disparó a la niña y cayó en la fosa. Luego le disparó a ella, pero la bala le pegó en el hombro. Ella cayó y más tarde, logró salir del pozo. Estaba desnuda, como todos. Un hombre, no judío, que pasó, la encontró. Ella nos contó eso antes del juicio, en su casa. Y yo casi me desmayo.
Increíble…
P: ¿Hubo algo en el juicio mismo, en el proceso que usted tuvo que vivir en relación a ese juicio, que le haya quedado grabado en especial?
R: Quizás te rías cuando te lo diga, pero es algo que a mí me chocó mucho. Durante el juicio, pasamos en más de una oportunidad películas filmadas por los propios nazis. En determinada instancia, íbamos a pasar una película nazi en la que ellos habían documentado ejecuciones en masa que hacían. Eran películas terribles. Le avisamos a Eichmann al respecto y él preguntó si iba a haber periodistas presentes, y dijo que si hay prensa, él no está dispuesto a estar en la sala del juicio a menos que pueda ponerse su corbata. ¡Las películas eran sobre las ejecuciones en masa, cosas terribles, y a él le preocupaba si lo iban a ver sin corbata! Se veía a la gente al borde de la fosa, les disparaban y caían… y yo lo miraba a él mientras ese material documental aparecía en la pantalla… y sabía claramente que él conocía esas cosas. ¡Si él estuvo en todos lados! Había estado en Babi Yar, en Sobibor, Treblinka, Auschwitz, en Riga, Lebow. No «recordaba» lo que había visto en ese campo terrible, pero sí recordaba qué salchichas había comido en la estación de tren de Lebow. Todo lo que podía inculparlo, no lo recordaba.
P: Era parte de su línea de defensa…
R: Por supuesto. Su argumento constante era que sólo cumplía órdenes, que cuando le decían que firme una carta él firmaba, que cuando le decían escribir escribía. Todo por órdenes, porque había jurado fidelidad a Hitler y así debía comportarse. Pero nosotros sabíamos que todo eso no era cierto, porque él mismo tomaba la iniciativa de buscar judíos para enviarlos a la muerte. Eichmann hacía un esfuerzo personal para tratar de garantizar que no quede ni un judío con vida. Hizo un esfuerzo especial para ubicar a una mujer italiana que estaba en el ghetto Riga, porque los italianos querían encontrarla y devolverla a Italia. Y él se preocupó especialmente de ubicarla, ejecutarla y decir luego a los italianos que había muerto por una dolencia cardíaca.
P: ¿Y nunca se arrepintió?
R: Dos años antes de que nosotros lo capturemos en Argentina, Eichmann dio una entrevista a un nazi, que le preguntó si hay algo de lo que se lamenta. Él respondió: «Sí, lamento no haber logrado traer más enemigos del Tercer Reich a la solución final».
El resumen clave
P: Fue el Estado de Israel, en nombre del pueblo judío, quien llevó a Eichmann a juicio. Pero eso, volviendo a lo que ya planteamos, no debe ser visto como venganza, sino como justicia ¿verdad?
R: No estoy de acuerdo con quienes dicen que el Estado de Israel es la venganza por la Shoá. El Estado de Israel podía haberse establecido también sin la Shoa.
P: Precisamente escuché en más de una ocasión al Profesor Yehuda Bauer, experto en la Shoá, diciendo que lo exasperan los políticos que en los actos de Iom Hashoá dicen que el Estado de Israel fue creado debido a la Shoá, ya que los hechos históricos indican que lo que la Shoá hizo fue demorar la creación de Israel, dado que numerosos judíos pensaban emprender el camino hacia la tierra de Israel, que hay pruebas de ello, y que con su presencia, se habría acelerado la fundación del Estado…
R: Exactamente. La Shoá eliminó el gran reservorio del judaísmo de raíz, que habría podido aportar muchísimo al Estado de Israel. Yo digo que el Estado de Israel se creó a pesar de la Shoá, no debido a ella. O sea que ni Israel es la venganza por ello. Yo digo que la venganza por lo que se nos hizo en la Shoá, no existe. Y algo más: sólo Dios puede tomar venganza. Está en sus manos.-