Karen Mlakar y la carta de Miep Guies, en la Biblioteca de la Shoá, Simón Wiesenthal, Uruguay

Karen Mlakar y la carta de Miep Guies, en la Biblioteca de la Shoá, Simón Wiesenthal, Uruguay
25 abril, 2016 administrador

Karen Mlakar de Buenos Aires, Argentina

Todo comenzó allá por el año 2002 cuando leí el diario de Ana Frank en la escuela secundaria. Por mi curiosidad y a través del Centro Ana Frank de Nueva York tuve la posibilidad de enviarle una carta y una poesía a Miep Gies.

Miep es de esas personas cuya historia nos marcan por la decisión de ayudar a otros en tiempos de guerra, aún a instancias de correr riesgo su propia vida. Su asombrosa personalidad se acrecentó al recibir su carta; Miep contestaba cada una de las cartas que recibía y así lo hizo con la mía respondiendo a todas mis preguntas y emocionándose por unas líneas improvisadas que escribí a modo de poesía para Ana que llevaban el nombre de ‘’Shh Ana está durmiendo’’

Su carta es un documento invaluable a la hora de recordar la historia de Ana y un aporte fundamental para la memoria. Por ello decidí elevar donaciones de copias de la misma al Museo de la Shoá en Montevideo, Uruguay así como también al Centro Ana Frank y al Museo de la Shoá en Buenos Aires, Argentina para que de este modo todos puedan tener acceso a esas líneas y puedan sumergirse en la sencillez de Miep para apreciar a uno de los momentos más difíciles de la historia mundial.

En este aspecto Miep rescata lo que ella considera que tiene la gente como idea errónea al referirse a ella como a una heroína ya que piensa que: «[…] tal vez mi seguridad física hubiera estado mejor si hubiese mirado hacia otro lado mientras nuestros propios ciudadanos como los judíos, líderes sindicales, socialistas, gitanos, homosexuales, etc. eran perseguidos. Sin embargo, preví que mi conciencia me torturaría al no haber ayudado a aquellas personas que temían por sus vidas. Este era el dilema al que todos nos enfrentábamos. Estoy agradecida por haber decidido ayudar, ya que luego de la guerra algunas personas a las que conocí se sintieron desdichadas por haber ignorado su deber humano. Por lo tanto, como siempre explico, no asistí a la familia Frank por ser un diablo o una heroína, sino porque podía anticiparme a muchas noches sin dormir y a una vida infeliz si me rehusaba a ayudar. Este no era el futuro que deseaba para mí.»

Asimismo, en la carta Miep recuerda sobre Ana: «Conocí a Ana en la casa de sus padres cuando ella solo tenía 6 años. Ya que una vez Otto Frank nos había invitado a su casa a mí y a mi prometido Jan Gies. Debo admitir que no estaba muy impresionada con Ana al principio. En este sentido ella era una chica común. Gradualmente me di cuenta de que ella era una chica muy animada y extremadamente inquisitiva. Ella estaba todo el tiempo cuestionando a veces hasta el punto de aburrir. Ana siempre venía a la oficina con sus amigas y jugaba con los teléfonos, lo cual yo debía parar. La consideraba un poco ruidosa, para ser honesta.

Esto cambió cuando vino al escondite. Su comportamiento se convirtió en algo más agradable. La mayoría de las veces ella era alegre mientras que sus ojos se ponían más pensativos. Aunque su curiosidad nunca la abandonó. Comprendí su curiosidad por saber todo lo que sucedía fuera del ático.

Es de remarcar que ella amaba hablar pero podía callar de inmediato si otro comenzaba a hablar. En ese momento se convertía en una intensa oyente observando muy de cerca a quien hablaba.

Esto me hizo comprender su habilidad para describir en su diario a las demás personas que se encontraban en el escondite de tal modo que ellas volvían a vivir! Una vez más, oí sus voces, sus risas, sus argumentos. Fue realmente maravilloso, y a menudo en silencio agradezco a Ana por ello’’

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