Por Fabián Álvarez – Miembro Junta Directiva Proyecto Shoá – Voluntario Centro Recordatorio del Holocausto.
Es ineludible la historia de Ana Vinocur cuando hablamos de la Shoá, en especial quienes lo hacemos en Uruguay. Su historia es sinónimo de resistencia y de dignidad. Resistir para sobrevivir y aún más importante, resistir en el mantenimiento de su condición de ser humano, de mujer, de persona frente a un régimen que pretendía quitarle al pueblo judío su derecho a ser personas.
Al hablar de estas cuestiones muchos educadores de Proyecto Shoá, incluido quien les escribe, contábamos anécdotas de su poderosa historia para darle un rostro y un nombre a este aspecto de la Shoá a nuestros educandos, en liceos públicos y privados del país. Es que, desde el comienzo, la historia de Ana Vinocur y la de nuestra organización estuvieron unidas. En la muestra que nos dio origen en 2008 y 2009, ella era particularmente recordada.
El pasado 24 de mayo Proyecto Shoá, Plan Ceibal y el CES presentaron la nueva aplicación Memoria y Legado, una herramienta tecnológica para apoyar a los docentes a la hora de trabajar la Shoá y su vínculo con diversas temáticas de la Historia, los derechos humanos y la convivencia en la sociedad. Es así que se plantea un recorrido por la historia de tres Anas siendo una de ellas Ana Vinocur y quienes las acompañan Jana Brady y Ana Frank.
La aplicación puede ser descargada a las ceibalitas (nombre coloquial con el que nos referimos a las computadoras entregadas por Plan Ceibal) como también utilizada por cualquier otra computadora. En la página web de Proyecto Shoá, en la pestaña de aplicación se puede encontrar información para acceder a esta herramienta pedagógica que ya está siendo utilizada en instituciones de todo el país para trabajar en mayor profundidad este episodio bisagra en la historia de la humanidad, que nos mostró la peor cara del ser humano dándonos real dimensión de lo que somos capaces los hombres.
Elegir atravesar la historia de la Shoá a través de testimonios como los de cada una de estas Anas no es una casualidad. A pesar de que ya pasaron más de setenta años y todo esto parezca lejano, los sentimientos que estas jóvenes plasmaron en sus diarios y el relato de Ana Vinocur que, al ser la única de ellas que sobrevivió, también nos interpela a actuar en el presente hacer que sus historias sean ideales para llamar a nuestros jóvenes a que esto jamás quede en el olvido y a condenar y erradicar la discriminación en la cotidianeidad.
¿Será acaso que al llamarlas Ana – que proviene del hebreo חנה con transliteración sefardí Jana – sus padres las marcaron para convertirse en lo que su nombre significa “benéfica, compasiva, llena de gracia” y así es que el mundo quedó siempre cautivado con sus historias?